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Las penurias sufridas por la pandemia no han frenado a los artistas, quienes en estos días vuelven a rebullir y a emocionarnos con sus exposiciones. Gran lección la de no haber sucumbido al desaliento. No hay bien que por mal no venga.

Así Yoana Soldevilla, una de las pintoras más prolíficas de estos pagos, quien exhibe en la sala del Colegio de Ingenieros Industriales 'Logroño plen air' hasta hoy.

Pinturas hechas al aire libre, que más parecen bocetos que obras acabadas; logro sólo al alcance de artistas que llevan bastantes años participando en los concursos de pintura rápida. En ellos, para hacerlo con éxito, hay que tener mucho oficio, aguante para soportar el astro adverso, mirones pelmazos, patosos que tiran los tejos, jurados incompetentes...Y también competidores titulados en Bellas Artes, quienes, con aviesa estrategia, llaman 'pintureros' a quienes no los son, denotando bastante soberbia y un pasmoso desconocimiento del lenguaje. Queriendo darles un perfil de buscavidas, buhoneros, nómadas del arte, domingueros, les están llamando (Diccionario de la RAE en mano) 'apuestos, graciosos'. Cuando, en realidad, son maestros de la composición, del encuadre, de la sesión única, del pintar bajo presión, del captar nuevas perspectivas, del aplicar los pigmentos sin apenas haber dibujado, del usar una gama reducida de colores y hasta de inventarle tonalidades a la naturaleza.

Yoana Soldevilla ha convertido la pintura rápida en su profesión. Va con su carácter (espontáneo, libre, comunicativo, fresco), sin que por ello deje de entregarse a la reflexión y al silencio en el estudio, sabedora de que en ellos radica el quid de algunas de sus mejores obras.

De la pincelada pensada, dubitativa, ha pasado a la mancha segura, rotunda, categórica; señal de madurez e intrepidez. Pintando con grandes brochadas (enérgicas instintivas, emotivas), no tergiversa el mundo, ni pierde las perspectivas, ni produce agobio; sino, bien al contrario, propicia una contemplación plácida e imaginativa.

Los aparentes inacabados están condicionados también por su espíritu crítico, en tanto forma de cuestionar el paisaje urbano en permanente cambio y manera de mostrar que la intención de cada mirada construye el paisaje. Esos inacabados implican más al espectador, siendo la reiteración de su mirada, la que los completará.

La obra de arte está terminada cuando su creador ha conseguido transmitir lo que quería, aunque a ojos del espectador parezca sólo abocetada. Así se evita que acabe resobada por la pertinacia, no estropearla (la búsqueda de la perfección puede conducir al malogro), y se consigue que resulte más poderosa y enigmática.

A rebufo del Día Internacional de la Mujer, permítasenos utilizar 'soldevilla' como epónimo de artista luchadora, tenaz, resiliente, brava.

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