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Estado de excepción

Los diez apellidos más comunes en Cataluña son los mismos que en Madrid y, sin embargo, quienes gobiernan son los Pujol, los Mas, los Maragall, los Puigdemont, las Forcadell o los Junquera»

ESPERANZA IZQUIERDO GOÑIMIEMBRO DE CONSEJO DE DIRECCIÓN DE UPYD JOSÉ ÁNGEL ARGÜESO JIMÉNEZ LICENCIADO GEOGRAFÍA E HISTORIA

Lunes, 23 de octubre 2017, 23:32

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La primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira». De esta manera tan lapidaria comienza Jean Francoise Revel su obra El conocimiento inútil. Y añade: «La democracia no puede vivir sin una cierta dosis de verdad. No puede sobrevivir si esa verdad queda por debajo de un nivel mínimo». Toda historia es una mitificación, pero mientras la historia de España ha sido sometida a una crítica severa, la que se enseña en Cataluña se regodea en el mito.

La mitificación de la historia con la que el nacionalismo catalán sostiene un supuesto carácter pacífico frente al militarismo castellano, no es más que una superchería. Una superchería que refuta el imperio catalán del mediterráneo, forjado sobre la sangrienta conquista de Mallorca, las luchas en Italia, o la ocupación de Córcega, por no hablar de la 'furia catalana' de los Almogávares en Grecia. Sobre ese mito se edifica el de la democracia catalana, que se hace remontar hasta la Edad Media, haciendo pasar por democracia lo que no era sino el establecimiento de los privilegios de la oligarquía. Olvidar las guerras de la remensa o la resistencia a abandonar los malos usos, como el ius maletractandi-o derecho a maltratar a sus siervos-, es tratar de reafirmar el mito de una arcadia feliz, de una sociedad compacta.

De igual manera, se pretende hacer pasar a Cataluña por una sociedad tolerante, como si los progromos antijudíos fueran solo castellanos, pero fue en Barcelona donde se asaltó la judería durante la peste negra o, como en casi toda España, durante el gran progromo de 1391. Fueron también catalanes quienes expulsaron a los musulmanes de Menorca.

La sociedad catalana no ha sido una sociedad sin conflicto. De ello son buena prueba el bandolerismo catalán, el pistolerismo de los años 20 del siglo pasado, o la represión del POUM en una mini guerra civil en Barcelona dentro de la Guerra Civil española. La asumimos. Porque la historia de Cataluña es la historia de España, ni peor ni mejor que la historia de otros países.

Mito sobre mito, se alude al sometimiento colonial de Cataluña, pero nuevamente los hechos parecen desmentir esta visión. Los diez apellidos más comunes en Cataluña son los mismos que en Madrid: García, Martínez, López, Sánchez, Rodríguez, Fernández, Pérez, González, Gómez y Ruiz. Y sin embargo quienes gobiernan son los Pujol, los Mas, los Maragall, los Puigdemont, las Forcadell o los Junquera. Parecería que lo que más se acerca a la frase de Lampedusa de «cambiar todo para que nada cambie» es la forma de actuar de la oligarquía catalana. Curiosa opresión esta donde gobiernan los de siempre. Las personas que son catalanes, pero de apellidos castellanos, recuerdan un poco, cuando interiorizan una historia fabulada, a esos africanos a los que los franceses, según cuenta Garaudy, les enseñaban que sus antepasados eran rubios y de tez pálida.

Recientemente ha reverdecido el mito del pacifismo al contraponer la violencia de la Policía y la Guardia Civil el pasado 1 de octubre frente a la actitud mesurada de los mossos. Sin embargo basta, a quien tenga memoria ( o Youtube), ver las imágenes del desalojo de Plaza Cataluña por parte de los mossos en 2011 para advertir que no hay diferencia entre una y otra actuación policial. Basta escuchar las palabras del comisario de los mossos en una entrevista de Jordi Évole, para advertir que si quien manda es el Govern, los mossos actúan con la contundencia que sea necesaria.

Durante años tuvimos que escuchar el mantra nacionalista del 'oasis catalán' como una forma de mirar por encima del hombro al resto de españoles, pero el oasis resultó ser la cueva de Alí Babá. La corrupción en Cataluña tiene un largo aliento, como relata Eduardo Mendoza en La ciudad de los prodigios. Quien ha atentado gravemente contra el autogobierno de Cataluña, contra sus instituciones, sus leyes y sus símbolos ha sido el nacionalismo catalán. Quienes han demostrado una actitud dictatorial al negarle sus derechos a la oposición, han sido el Govern y su mayoría parlamentaria. Puigdemont jugó en el Parlament a ser el poli bueno, mientras TV3 le seguía haciendo el juego sucio.

Claman contra la aplicación del artículo 155, pero son ellos los que han sometido a Cataluña y a toda España a un estado de excepción. Las empresas suspenden sus inversiones a la espera de estabilidad. Policías y guardias civiles son insultados y asediados. Jueces y políticos señalados. Los no nacionalistas contenemos el aliento. Muchos amigos han dejado de hablarse. Y toda España está en vilo por la espada de Damocles que han suspendido sobre nuestras cabezas.

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