La «Gig Economy»
Disfrutando del «dolce far niente» veraniego, entre avatares políticos y comentarios amistosos, captó mi atención el trasiego continuado de numerosos y atareados ciclistas de distintas ... cataduras que parecían tener prisa por depositar la mercancía en estuches de «Uber Eats». No parecían repartidores de pizza, ni otras marcas habituales de comida a domicilio.
Son los nuevos «trabajadores» de la novedosa «Gig Economy», importada de USA, que realizan tareas precarias sin cobertura sindical, aunque sí demanda social. Es un nuevo proletariado en crecimiento, que ofrece servicios sin vinculación contractual o poco clara, a bajo precio, porque necesitan comer o mejorar su frágil economía y prefieren esta actividad a otras dolosas. «Trabajan» bajo demanda espúrea para empresas, conocidas por otras actividades, que están tejiendo un velo transnacional, especialmente en el ámbito de la entrega rápida de comida bordeando las normativas legales de cada país, convirtiendo a personas con alta precariedad económica: inmigrantes ilegales, adolescentes, estudiantes, pero también pensionistas o trabajadores con deseos de ganar un sobre sueldo o incluso emprendedores, en los sub-proletarios de hoy que llegan a subarrendar entregas, bajo la mirada institucional benevolente o indecisa ante esta explotación. La entrega rápida de comida está convirtiéndose en una empresa multimillonaria en USA y en Europa bajo la rúbrica de Uber, Stuart, Deliveroo o Glovo (con sede en España) competidores de otros rivales para capturar mercados y consumidores, encontrando a los ciclistas repartidores en la calle o en chats habituales: Facebook, Whatsapp, etc, y ganando entre el 30-50% del coste de la entrega pero poniendo la carrera, a veces por debajo de los 4 euros para el repartidor. Es la nueva y lucrativa economía del «gig» con una precariedad mayor que la de la dedicación laboral temporal como indica la palabra «gig» (prestación musical ocasional). Los contratantes se defienden, cínicamente, lamentando las prácticas ilegales de algunos repartidores con sus pedidos. Estos servicios, facilitados por las apps como plataforma para contratarlos, se extienden a: transporte, mudanzas, servicios domésticos, traducción, informática, marketing, etc.
El conflicto ya ha estallado en Francia contra la avidez de Deliveroo por bajar los míseras ganancias por «carrera» del repartidor. El riesgo es evidente, la gig economy se expande, pudiendo afectar al 40% de trabajadores poco cualificados en 2020 arrastrando a una regresión social de derechos y coberturas. La disregulación de estos mercados laborales dibuja un nuevo trabajador precario, por demanda puntual y mal protegido que aporta, además, los medios para ejercerlo; extendiéndose en este y en otros entornos más cualificados y diferenciando entre «avispados» que se crean un nicho de trabajo abusivo y ganancial, de los que subsisten.
La gig economy es un desafío para un sistema que debe reinventarse frente a las nuevas prácticas empresariales frenando la degradación de las condiciones de trabajo. La revuelta en Francia es un aviso que no debe dejarnos indiferentes.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión