Drama de capa y espada sobre la dignidad
CRÍTICA DE TEATRO ·
Hay obras que, sin haber pasado a la historia como feministas, y aunque esto pueda sorprender por ser el autor Lope de Vega, lo son mucho más que otras que se anuncian abiertamente como tales, enarbolando esa bandera, describiéndose así como un género en sí mismo. Ciertamente lo que defiende 'Peribáñez' es, en concreto, la dignidad, la honestidad del vasallaje frente a los avasalladores y la falta de escrúpulos del poder, la nobleza.
Todos conocemos la historia de 'Fuenteovejuna', pues esta historia, también de Lope de Vega, es parecida. Casilda, la bella joven esposa de Peribáñez, se convierte en el amor platónico del comendador de Ocaña y ni Peribáñez ni ella se amedrentan ante el superior, defienden su integridad, su amor, hasta el dramático final a espada.
La versión que se hace del original es acertada y meritoria. En menos de una hora y media de función se ofrece una obra muy fiel al original, sin que se eche en falta ninguna parte ni pincelada. Nada menos que nueve actores sobre el escenario defienden una pieza con unas interpretaciones bastante efectivas y regulares, ninguno destaca por encima de otro. Cabe destacar, además, el vestuario, que es obra del diseñador Lorenzo Caprile, y también la escenografía, sencilla pero, con apenas cuatro elementos pasa a un segundo plano sin ser ni crucial ni condicionante.
Lo que importa en la función es, sobre todo, la dialéctica, la fluidez del guion, y en ese sentido los actores logran una soberbia naturalidad. 'Peribáñez' es un drama de capa y espada cuyo argumento hace vivir a los personajes en tensión. Es la historia de David contra Goliat. Y lo más logrado es que con un clásico del Siglo de Oro se haya conseguido una producción actual, atractiva y con una puesta en escena fluida y aparentemente sencilla, que es lo que imprime atractivo a la obra.
Hay dos mundos enfrentados. Siempre hay dos mundos. Y aunque generalmente gane el poder, en la ficción, en el teatro, en 'Peribáñez', el débil no se doblega, planta cara y vence. Porque por encima de todo no siempre está el dinero.
«Yo soy un hombre, aunque de villana casta, limpio de sangre, y jamás de hebrea o mora manchada», declama Peribáñez al final de la pieza, en su justificación final. Y en cuanto a su amada, describe: «Caséme con la que ves, también limpia, aunque villana; virtüosa, si la ha visto la Envidia asida a la Fama». El teatro sirve, al menos, y no es poco, para soñar con esta historia de rebelión, de amor puro y eterno.
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