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DESAMPARO

MANUEL ALCÁNTARA

Domingo, 2 de diciembre 2018, 00:10

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La memoria de los muertos tiene baches, pero en general recuerda aún más cosas de las que le han sucedido. La derrota de ETA sigue cantando victoria. Los veinte años de soledad son de muy arduo acompañamiento. Seguir, que era un arte, se ha convertido en una obligación. Los veinte años de soledad pesan mucho más porque están acompañados por sus desleales enemigos y ahora se enfrentan al desenlace que nunca les tuvo enlazados. En eso estamos y vamos a seguir estando mientras que vencedores y vencidos no coincidan en saber que la derrota es de los dos bandos. Ahora se enfrentan a lo que llaman la «banalización del problema», que jamás debe acabar en holocáustico.

Hemos convenido que sobreponerse es todo, pero no sabemos hacerlo por partes, ni todos juntos. Lo que llamamos 'banalización' se ha impuesto incluso a los enemigos más fieles y no habrá posible arreglo hasta que haya nuevas elecciones. La gente del pueblo, palabra que el diccionario define como «gente común y sencilla», está desamparada porque en realidad nunca tuvo amparo.

Nos queda lo principal, que es dónde ponemos al muerto para que quepa en cuelgamuros. Es el problema más acuciante y por lo tanto el que admite mayor dilación. Que se haga cargo la familia es la única solución, aunque no solucione nada porque la familia del difunto por antonomasia tampoco se muestra unánime. El muerto tiene muy buena salud y se resiste a volver, mientras le llamamos apaño al desamparo y la buena gente sigue esperando la solución que no admite más espera.

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