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Ellos no dejan a los suyos

Martes, 14 de agosto 2018, 23:12

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El etarra Santi Potros, cerebro entre otros de los atentados del Hipercor de Barcelona y de la madrileña plaza de la República Dominicana -varias decenas de asesinados entre ambos, por procedimientos que aseguraban su muerte y su sufrimiento-, sale de prisión y esa misma noche recibe el cálido homenaje de los suyos en Lasarte. Varios de los encausados por actos ilícitos -y presuntamente delictivos- conectados con el 'procés' reciben canonjías bien retribuidas con los impuestos de todos.

Mientras tanto, el Gobierno de España decide dejar a sus servidores a los pies de los caballos de una ley de fabricación de la memoria a la medida de las cuitas del nacionalismo vasco, lo que incluye y exige el sacrificio, sin garantías judiciales, de la reputación de los que defendieron la ley y la Constitución -y a todos los españoles- frente a ETA. Hay que igualar como sea la fiebre homicida de los cachorros engendrados por la ideología identitaria -no vinieron en un platillo volante- con la legítima defensa de la vida de los ciudadanos y la ley democrática. Ellos nunca abandonan a los suyos, ya lo vemos, pero los que ahora administran el BOE no tienen reparo en entregar a sus funcionarios a un procedimiento inquisitorial que, a pesar de acogerse nominalmente al protocolo de Estambul sobre la tortura, obvia sus más elementales garantías y se preocupa de que la fracción abertzale de la sociedad vasca sea juez y parte.

Tampoco ha temblado la mano a la hora de destituir con descrédito y estrépito, por lo que en todo caso sería un error menor, a un guardia civil que en tres décadas de lucha contra el terrorismo y el crimen organizado ha contribuido con su pericia y su esfuerzo a salvar decenas de vidas. Coincidencia o no, los mismos que ahora podrán blanquear a sus ovejas descarriadas, elevándolas por arte de birlibirloque a la categoría de víctimas, habían pedido con insistencia su cabeza. Además de sacrificarlo, se le denigra una y otra vez con la etiqueta de torturador, para dejar en nada los servicios a sus conciudadanos. Todo por un hecho de su juventud, en circunstancias de tensión extrema, que se saldó con heridas leves para un convicto de causar la muerte a un semejante. Un hecho, por cierto, que no ha dejado de reconocer como error, y del que ha tenido la gallardía de dar cuenta -incluida la condena que le acarreó- en un libro con su firma. Compárese con la arrogancia de Santi Potros, ese para el que sus cofrades y tantos de los que exigen que se arroje a ese guardia civil y a tantos otros servidores del Estado al averno, como torturadores irrecuperables, piden pelillos a la mar.

Un Gobierno que abandona a los suyos no merece serlo. Es duro ser un ciudadano español de izquierdas. Cada vez tardan menos en defraudarnos los que supuestamente nos representan.

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