Sorprendió, y mucho, la 'reconversión industrial' que el Gobierno de La Rioja llevó a cabo en sus consejerías cuando, cuatro años atrás, Ceniceros aterrizó en ... el Palacete de Vara de Rey tras la inopinada espantá de Sanz.
Las primeras alarmas saltaron cuando Cultura desapareció absolutamente del organigrama del Ejecutivo regional y fueron subsumidas sus atribuciones y su gestión por la Consejería de Desarrollo Económico e Innovación. Hasta Turismo ha tenido más peso durante la pasada legislatura en un departamento cuyos responsables estaban muy alejados de un perfil cultural. Con la economía hemos topado.
Lo que ya constituyó todo un dislate fue amalgamar en una misma consejería Educación, Formación y Empleo. Los argumentos esgrimidos entonces podrían pasar por aceptables si no se profundiza en el carácter marcadamente ideológico de la medida. La Educación, señores míos, no forma abogados, fontaneros, psicomotricistas, empresarios o sexadores de pollos. No. El cometido de la Educación es forjar a seres humanos, seres humanos que el día de mañana trabajarán como abogados, fontaneros, psicomotricistas, empresarios o sexadores de pollos. Y si es posible con espíritu crítico, mejor.
Sería de desear que el futuro gabinete que gobernará la Comunidad Autónoma de La Rioja rescatara la Cultura del ostracismo en el que permanecía confinada y le devuelva al statu quo que nunca debió perder. Atesora la región un enorme potencial de cultura y de patrimonio que, no sólo puede proporcionar un alimento espiritual y vital imprescindible para el ciudadano, sino, también, generar riqueza, empleo y valor añadido.
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