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Contracorriente

FERNANDO SÁEZ ALDANA

Jueves, 21 de septiembre 2017, 00:05

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En el autodenominado «progresismo» impera una corriente de pensamiento único social, político y económico definido por cuatro dogmas incuestionables: el democracismo, los «derechos sociales», el igualitarismo y la ideología de género, impuestos por una clase hegemónica cultural de izquierda a una derecha acomplejada que ha renunciado a la defensa de la libertad individual frente al intervencionismo estatal más fuerte de Europa. Pero también hay disidentes que han osado pensar en contrario y publicarlo, he aquí una muestra:

Contra las elecciones (Taurus, 2017). El belga David Van Reybrouck desmonta esa falacia tan catalana de que «la democracia es votar». El «síndrome de fatiga democrática» es consecuencia de la santificación del sistema representativo electoral, que ha llegado a su fin dando paso al populismo y los regímenes autoritarios. Para evitarlo propone que la democracia no sea votar cada equis años, sino que el pueblo se implique directamente en el gobierno mediante la toma de decisiones por ciudadanos elegidos al azar y no por una élite gobernante.

Contra la socialdemocracia, Una defensa de la libertad. (Deusto, 2017). Almudena Negro y Jorge Vilches sostienen que la socialdemocracia ha creado una sociedad infantilizada que no se mueve por la razón sino por emociones con las que los ávidos de poder manejan al electorado. El consenso socialdemócrata es la causa del ascenso de los populismos, el infantilismo político y social, el desprecio al individualismo, el miedo a la libertad, el incremento de la desigualdad, y la idolatría del Estado en busca de la subvención frente al esfuerzo, el emprendimiento y el riesgo.

La tiranía de la igualdad (Deusto, 2017), del chileno Axel Kaiser. «Oímos decir continuamente que la desigualdad es inmoral por definición y que una sociedad igualitaria siempre será mejor que una sociedad desigual. Pero esto tiene trampa. El tan cacareado reclamo por la igualdad (...) en realidad es un reclamo de riqueza. Evidentemente todos quieren ser iguales, pero iguales al que tiene más, nadie quiere ser igual al que tiene menos».

«Cuando nos prohibieron ser mujeres... y os persiguieron por ser hombres». (Alicia V. Rubio, 2016). Por atreverse a publicar un libro que contradice la ideología de género, esta profesora fue destituida como jefa de estudios de su instituto y es objeto de acoso e insultos tan paradójicos como «fascista», término que define precisamente la represión del pensamiento discrepante y la quema de los libros que lo expresen.

A quienes les entren ganas de ponerlos a parir sólo por el título les pediría que se tomaran la molestia de leerlos. A las bondades de toda lectura sumarán la de abrir la mente a otras opiniones en un saludable ejercicio de tolerancia. Y después podrán seguir dejándose arrastrar por la corriente.

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