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Companys o la desmemoria histórica

En julio de 1936, Franco dio el golpe de Estado y en Cataluña comenzó la época del terror rojo... Companys siguió los dictados de Stalin y firmó miles de penas de muerte

MARTÍN TORRES GAVIRIA - ESCRITOR

Martes, 22 de enero 2019, 00:14

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El Consejo de Ministros celebrado en Barcelona el pasado 21 de diciembre aprobó una declaración de reparación, reconocimiento y restitución de la plena dignidad de Lluis Companys, rechazando y condenando el consejo de guerra que lo sentenció a muerte en 1940.

Ante esta decisión del Gobierno de España, creo que es conveniente echar mano de los hechos históricos y descubrir quién era este personaje. Lluis Companys era hijo de una familia, como vulgarmente se dice, acomodada. Su padre, catalán de ideas liberales; y su madre, de origen aragonés. Tardó dieciocho años en terminar la carrera de derecho mientras vivía dilapidando la fortuna de sus padres. Inició su carrera política en el Partido Radical de Lerroux, siendo totalmente antinacionalista (no sé por qué me recuerda a Artur Más). Como anécdota, citar que obligó a Carrasco i Formiguera a gritar ¡viva España! en la toma de posesión como concejal. Estaba abducido, junto con su mujer, por el espiritismo hasta tal punto que en las sesiones de ocultismo hablaba con personas muertas tales como Noi del Sucre, un anarquista asesinado. Y luego lo contaba. Entró en la masonería, abandonó el partido de Lerroux y se arrimó al separatismo. Siempre buscando la mejor oportunidad de crecer. Contemporáneos suyos lo definieron como: vanidoso y sin ningún escrúpulo para ascender. Eliminó a amigos y enemigos con el único fin de conseguir el poder. Culturalmente ignorante y sin posibilidades de desarrollar más. Aún así, en 1934 llegó a presidente de la Generalitat de Cataluña manteniéndose en el cargo hasta su fusilamiento en 1940. Durante la II República, en noviembre de 1933, ganó las elecciones el centro derecha (Gil Robles y Lerroux) siendo la primera vez que votaban las mujeres. En octubre de 1934, el PSOE dio un golpe de Estado alzándose en armas contra el Gobierno. Momento que Lluis Companys (Esquerra Republicana) aprovechó para declarar la independencia de Cataluña. Lerroux, presidente del Gobierno, mandó al general Francisco Franco a aplastar la sublevación socialista en Asturias y defender la legitimidad del Gobierno de la II República y al capitán general Domingo Batet a hacer lo mismo en Cataluña. Éste tomó la plaza de San Jaime de Barcelona y en cinco horas acabó con la sublevación. Companys fue detenido y sus consejeros huyeron por las alcantarillas de Barcelona. Entre ellos estaba Miguel Badía, al que Companys previamente le había quitado la amante, que fue fusilado junto con su hermano Josep Badía en abril de 1936 por las FAI (Federación Anarquista Ibérica) por orden de su competidor amoroso debido a sus extravagantes celos. Companys fue condenado a muerte por sublevarse, pero se le indultó la pena por diversas solicitudes de clemencia, entre ellas la de Irurita, obispo de Barcelona. El julio de 1936, Franco dio el golpe de Estado y en Cataluña comenzó la época del terror rojo de la izquierda independentista catalana. Companys siguió los dictados de Stalin y firmó miles de penas de muerte; no me atrevo a decir cuántas, se cuentan entre dos mil quinientas y ocho mil. Algunas publicadas hoy en día en Internet. Companys, y los suyos, tenían obsesión por eliminar a todos los eclesiásticos y a uno de los primeros que fusilaron fue a Irurita, obispo de Barcelona, ¿se acuerdan? Sí, el mismo que solicitó clemencia para él. En agosto de 1938 fusilaron en Montjuich a 64 personas, entre ellas seis mujeres en avanzado estado de gestación. Caso repugnante es el de Sara Jordá, cuyo crimen había sido ayudar a la gente a huir a Francia. El cónsul británico le pidió expresamente al presidente de la Generalitat que no firmará la pena de muerte ya que las acciones de Sara no habían tenido consecuencias militares sino humanitarias. Pero Lluis Companys la firmó y fue fusilada. Aún tuvo la desfachatez de decir: «Para los traidores no hay piedad».

Se me ocurren tres motivos por los cuales Pedro Sánchez ha querido «restituir la dignidad» de este político demente y sanguinario. Uno, que haya sido condición sine qua non para poder hacerse la foto con Torra en esta cumbre teatral. Dos, que sea parte del precio a pagar de ese acuerdo desconocido que tienen para mantener a Sánchez en el poder. Y tres, que realmente Pedro Sánchez quiera reivindicar la figura de quien, junto a los socialistas, dio un golpe de Estado contra la II República en 1934. Sea como fuere, para el independentismo Lluis Companys es un héroe y un mártir. Por lo que se ve para Pedro Sánchez y su gobierno también.

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