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Cerrilismo prioritario

RICARDO ROMANOS

Sábado, 9 de diciembre 2017, 23:42

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La inmensa mayoría del personal no tiene ni remota idea de qué hay tras el escenario en un espectáculo teatral. Es más, ni se lo imagina. De la misma manera que un teatrero, profano en cirugía, no tiene por qué conocer qué se esconde tras cualquier intervención quirúrgica (¿o sí, por encima?: depende de si le toca en suerte una serie televisiva de batas verdes), o un pasajero por qué vuela un avión. En los tres casos, detrás de un actor, de un cirujano o un piloto, hay una industria inmensa, un montón de equipos técnicos y humanos especializadísimos, un sinfín de conocimientos, otra montaña de empresas subsidiarias y, por supuesto, una mercancía que introducir en el mercado con el consiguiente desvelo de aquellos profesionales que a ello se dedican. El político más cerril, y más si recibe un caritativo cursillo para endosarle un sillón de culturilla, quizá llegue a comprender los casos del piloto o el cirujano, pero casi nunca hará por entender el fenómeno de la producción escénica. Para esta especie, para este género cerril con cargo, desgraciadamente tan extendido en la política española y con particular ahínco en la riojano-logroñesa, tal incomprensión deviene en un misterio insondable dentro de un pozo de ignorancia. Sin fondo el pozo y la ignorancia: el cerril, el contumaz, desprecia cuanto ignora. Y es que para ser político no se precisa saber hacer la O con un canuto, pero para ser piloto, cirujano o director de escena hay que hincar los codos. Y currárselo mucho después. Los políticos cerriles, obstinados, se dan a diestra y siniestra, aunque en honor a la verdad habría que decir que los que se dicen de izquierdas tienen al menos la obligación de intentar disimulárselo por el qué dirán. Al político cerril de derechas le basta con ser cerril y demostrarlo día a día con apasionada fe. Si, además, se presume patriota entonces los de las artes escénicas la hemos cagao. Esto que cuento ha quedado demostrado desde que en 1977 surgiera en nuestra amada Ombligoño la primera compañía teatral profesional, motejada entonces por el cerrilismo derechista de proetarra, quizá porque hacían a Beckett y Strindberg les sonaba a comunismo vietnamita. ¿Que se intentaba un festival de teatro con ayuda de dineros públicos? A la yugular. ¿Que venía Boadella con sus chicos al festival? Pues tomad manifas y procesiones en desagravio al sagrado corazón del Profeta. ¿Que surgía una escuela de Arte Dramático dependiente de la administración autonómica? Pues se sacaban las «prioridades» a relucir y se acababa con ella: ¡dónde vamos a parar, gastar en frivolidades! ¿Que se pretendía la recuperación del entonces calcinado Bretón? ¡Jesús, qué dispendio, total pa cuacho payasos! Los rancios políticos cerriles diestros y siniestros, a pesar del movimiento ciudadano en contra y aun con un hermoso proyecto de recuperación y explotación del teatro Moderno sobre la mesa, alegaron para no salvarlo de la piqueta que no había suficiente público en Logroño para dos teatros y existían otras importantísimas prioridades. Con gran visión de futuro: hoy, en un mismo día, pueden estar al completo el Riojafórum, el Bretón, la Berceo y el Buenaventura mientras los cines languidecen: para ver una peli, Netflix al calor del sofá. El cerrilismo político es cortoplacista, demagógico y esencialmente populista. Como lo es esa nueva derecha, tan moderna, que ya adelanta por su derecha al antañón cerrilismo político que quedaba en el PP. Esa derecha que en Ombligoño, nuestra querida urbe, chantajea los presupuestos municipales de Cuca Gamarra y no consiente la necesaria ampliación del teatro Bretón sacando, cómo no, las prioridades a relucir: ¿el puente Mantible acaso, o el funicular al monte Cantabria? Se pierde una ocasión de oro, mi respetada Cuca, y tú lo sabes. Cabían allí una sala y unos espacios para que, al menos, nuestras siempre desatendidas y despreciadas empresas escénicas encontraran un huequecillo, además de solventar otras muchas necesidades del teatro. Me alegro de que no se haya tirado por la borda, también, la mejora y ampliación del peine bretoniano, pero no se nos diga que es para traer espectáculos más grandes, por fa, y cuando quieras te lo explico. Termino: hace 40 años llegaron a Logroño dos actores de Madrid, oriundos de aquí. Tras dos meses de espera, el Presi de la Diputación de entonces, otro cerril, los recibió de muy mala gana. Le presentaron un proyecto de enseñanza teatral. El Presi, don Rufino, puso careto de oler caca. Ah -dijo frunciendo el huele mal-, ¿pero eso se estudia? Eso, esa inutilidad...

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