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Una catástrofe de ocho millones de palabras al año

Una catástrofe de ocho millones de palabras al año

Lo que está fallando son esos '8 millones de palabras al año' que deben aportar las familias en la educación de los hijos y que desgraciadamente en muchos casos no aportan

JULIO FERNÁNDEZ DÍEZ CATEDRÁTICO DE ORIENTACIÓN EDUCATIVA. DIRECTOR EOEP LOGROÑO OESTE

Viernes, 22 de junio 2018, 23:42

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En 1995, Betty Hart y Todd Riesley publicaron el libro titulado 'Diferencias significativas en la experiencia cotidiana de los niños pequeños estadounidenses' que había de marcar un hito en la investigación psicológica reciente. Los investigadores pasaron una hora quincenal con una serie de familias en la que observaban la cantidad y el tipo de palabras que los padres dirigían a los niños. Dividieron a las familias en tres grupos: el primero estaba formado por profesionales con una situación educativa y social favorecida (profesores universidad, abogados, médicos...), el segundo estaba formado por familias de clase trabajadora y, finalmente, el tercer grupo estaba constituido por familias en mala situación económica, que recibían ayuda social. Cada grupo estaba constituido por cuarenta y dos familias. Tres fueron los principales resultados obtenidos: en primer lugar, los hijos de las familias de profesionales acomodados escuchaban cada hora 3.000 palabras más que los hijos de familias que recibían asistencia del estado, lo que equivalía al cabo de un año aproximadamente a 8 millones de palabras de diferencia. El segundo lugar, los hijos de las familias acomodadas escuchaban seis estímulos positivos por cada mensaje negativo, mientras que los hijos de las familias que necesitaban ayuda del estado recibían dos mensajes negativos por cada estímulo positivo. En tercer lugar, los niños de las familias con asistencia social tenían un cociente intelectual medio de 75 mientras que los niños de los profesionales puntuaban alrededor de 119. Las familias de la clase trabajadora obtuvieron 99. Los coeficientes de inteligencia fueron aproximadamente los mismos cuando se hizo una reevaluación de aquellos niños a los 19 años. Estos resultados fueron denominados por los autores 'la catástrofe temprana'.

El gran mérito de Hart y Risley es que fueron capaces de demostrar con datos objetivos no solo la importancia de las familias en el desarrollo intelectual y personal de sus hijos sino de describir los mecanismos por los que se produce esa influencia. Algo que prácticamente todos los profesores intuían desde siempre: que las familias son la pieza más importante en la educación de los hijos, por delante del colegio y de la sociedad.

Los actuales avances técnicos nos permiten conocer con bastante precisión los mecanismos neurológicos que subyacen en esta 'catástrofe temprana'. Durante los primeros años de vida se desarrolla un complejo proceso de ramificación y podas neuronales que se traducen en una serie de periodos críticos para diferentes aprendizajes, que de no aprovecharse difícilmente ser recuperarán. Este hecho biológico de primera magnitud no lo puede revertir la educación convencional, porque llega ya demasiado tarde y porque no tiene la suficiente capacidad de influencia en el desarrollo del niño.

Innumerables datos sociológicos corroboran la importancia de la 'catástrofe temprana' como explicación del éxito escolar y social. Por ejemplo, el estudio titulado 'Fracaso y abandono escolar en España' (2010), dirigido por el profesor Mariano Fernández Enguita, atribuye un 50% de las diferencias en el rendimiento escolar al origen social, y un 20% a la composición social del centro escolar (que en buena medida viene determinada por el origen social de la familia), tan solo un 7% del rendimiento académico puede atribuirse a factores estrictamente pedagógicos y organizativos.

Es decir, que todos esos debates que tanto nos fascinan a los que trabajamos en educación y que con tanto interés se acogen en los medios de comunicación: metodologías educativas, jornada partida o continua, uso de las TIC, bilingüismo, religión si o no en el currículum... apenas si tienen relevancia en el rendimiento de los alumnos. Hasta la mismísima titularidad de los centros (pública o privada) resulta irrelevante. «Las diferencias en aspectos tales como la titularidad del centro se desvanecen, en el caso español, en cuanto se repara en las diferencias en la composición social del alumnado de los centros públicos y los privados». (Fracaso y abandono escolar en España. Fernández Enguita, M.)

Desde los centros educativos se trabaja sin descanso para compensar el déficit educativo que muchos alumnos traen desde casa, la administración educativa (en esta ocasión no es criticable por no destinar los medios suficiente) ha dotado de recursos humanos a los colegios como nunca antes se había conocido. Desde los servicios sociales y sanitarios se trabaja con denuedo, se les atiende desde el momento mismo de la detección de las dificultades, se interviene tempranamente, se les conceden becas para asistir a sesiones privadas de estimulación... pero no es suficiente.

Innumerables programas educativos y sociales han tratado y tratan de compensar las carencias educativas de los alumnos, pero ninguno (al menos que yo conozca) ha tratado de intervenir en la forma de interactuar entre padres e hijos. Lo que está fallando son esos '8 millones de palabras al año' que deben aportar las familias en la educación de los hijos y que desgraciadamente en muchos casos no aportan.

En un sitio tan pequeño como es La Rioja, los que trabajamos en el campo de la infancia: profesores, psicólogos, pediatras, educadores, trabajadores sociales... somos capaces de poner nombre y apellidos a los niños que están padeciendo esa catástrofe temprana. También observamos con preocupación el creciente número de niños que presentan este perfil de baja estimulación familiar, cuando no desatención. Y a menudo nos preguntamos ¿No se podría desde las administraciones educativas, sanitarias y sociales dedicar algún esfuerzo más a formar a esas familias para tratar de corregir estas carencias educativas desde el mismo momento del nacimiento?

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