El 'Cascanueces', ballet familiar por excelencia, ha sido el encargado de cerrar el periodo navideño en La Rioja. La visita de la Compañía Rusa, habitual ... ya por estas tierras, ha puesto el broche final con una representación basada en el conocido cuento de Hoffman 'El Cascanueces y el rey de los ratones', magistralmente adaptado por Alejandro Dumas. Su estreno ocurría en el año 1892 en el Teatro Mariinski de San Petersburgo con música de Chaikovski y coreografía de Marius Petipa y Lev Ivanov.
Cinco son los personajes centrales de este relato: Clara, Dorsselmeyer, Príncipe Cascanueces, Rey de los ratones y el Hada Pan de Azúcar, pero no podemos referirnos a los intérpretes puesto que, una vez más sucede con esta compañía, no había programa impreso que lo indicara.
Comprenderán ahora el porqué de esta parrafada explicativa. Es intolerable que sigamos admitiendo que no haya programas de mano en las funciones de ballet. El público merece conocer detalles históricos, así como los nombres de los intérpretes para comprender mejor el relato que se sucede en el escenario.
Ballet en dos actos cuya presentación nos trasladaba a las estancias burguesas de la familia Stahlbaum en la víspera de Navidad. Un ambiente absolutamente de cuento de hadas que, desde los acordes de la introducción musical, invita a viajar por los espacios de la fantasía gracias a unos telones que llenan de color el auditorio.
Un primer acto absolutamente narrativo, sin momentos bailados relevantes, nos va preparando para los acontecimientos del segundo, donde encontraremos secuencias elegantes y virtuosas del arte de la danza. Salvo el brillo del vestuario y el color de los telones que inundaban el escenario, este primer acto careció de interés en términos de danza. Más que aclarar la historia, llevaba a confusiones que no tenían justificación posible. La mímica, con sabor antiguo y 'demodé', fue la protagonista de todo el acto. El vals de los copos fue quizás lo más destacable.
Ya en el segundo acto la cosa fue diferente. Los intérpretes pudieron mostrar su trabajo con solvencia y claridad. El viaje exótico resultó agradable, en especial la variación de la danza china, vivaz y alegre. La pareja de 'Mirlitones', con sabor muy francés, capturó delicadamente la atención del auditorio. Por su parte, la pareja estelar, generosos ambos en piruetas, estuvieron más centrados en epatar con saltos vertiginosos y acrobacias imposibles, olvidando los matices expresivos que hacen de su 'grand pas' una muestra de virtuosismo de primer calibre. La sensibilidad interpretativa se vio ensombrecida por ese alarde circense muy propio de otras piezas del ballet. El 'Vals de las flores' pudo ser más brillante pero la coreografía no ayudaba al lucimiento de las bailarinas.
El público, que casi llenaba el teatro, enloqueció con aplausos cálidos, largos y sonoros. Una pena no saber quién bailaba cada variación.
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