Este año adelantamos las vacaciones. Nos vamos mañana mismo. No nos fiamos de lo que pueda pasar en julio o en agosto, ¡vete tú a ... saber hasta dónde llegan los rebrotes!«. Esto me contaban el 1 de julio unos amigos, mientras coincidíamos repostando en una gasolinera. Han pasado quince días y vuelven hoy mismo, miércoles quince de julio. Mañana hemos quedado a cenar en nuestra casa. Recuerdo que se despidieron con un «¿por qué no os vais vosotros ya? ¡Con las ganas que tengo de irme de vacaciones!
Este año las necesitamos más que nunca. Con las medidas de seguridad, con la mascarilla por supuesto, con la distancia social, lavándonos las manos cada vez que tocamos algo, con litros de gel y cajas de guantes, con lo que haga falta, pero necesitamos irnos de vacaciones, aunque sea a la vuelta de la esquina. Además, es una cuestión de patriotismo. A pesar de lo que diga el ministro de consumo, fomentar el turismo nacional es una prioridad y tenemos que compensar la caída del turismo extranjero.
Después de más de tres meses confinados, estábamos deseando reencontrarnos en una terraza, caminar por el parque, escaparnos al monte –los más afortunados, a la playa–, visitar a los familiares y a los amigos. Salir de casa, necesitábamos salir de casa.
Podremos salir de casa, pero aún hay cosas que nos vamos a perder hasta que tengamos la vacuna: las fiestas. Está claro que tardaremos todavía en poder disfrutar de las vueltas de Nájera, o de la batalla del vino de Haro, o del pan y el queso de Quel, o del toro de San Miguel de Rincón de Soto (que tanto le gusta a mi santo, para mi desesperación), o los danzadores de Anguiano. La distancia de seguridad es el primer mandamiento de la nueva realidad (¿por qué le llaman 'nueva normalidad'?), y es incompatible con nuestras fiestas tradicionales.
Habrá que aplazar el vermú en San Roque en Alfaro con Mariano y su cuadrilla; y dejaremos también para después de la vacuna la cena en la bodega junto al Tirón por la memoria de Javi Riaño en las fiestas de Gracias de mi Leiva querida.
Un amigo repite siempre que todo lo malo que le pasa es por salir de casa. La pandemia ha marcado un antes y un después. Tardará un tiempo hasta que lo podamos aplicar, será con distancia de seguridad, con mascarilla y lavándonos mucho las manos, pero el nuevo refrán será que «como fuera de casa en ningún sitio».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión