Cartas a la directora

Los grandes olvidados

María Pilar López García

Sábado, 6 de diciembre 2025, 21:41

Hay oficios que no se anuncian con ruidos ni con luces ni con medallas. Hay oficios que solo pueden ejercerse con el corazón desnudo, que ... no salen en titulares pero que sostienen el mundo cuando éste se nos cae encima. Quiero escribir sobre ellos: sobre los profesionales funerarios, los grandes olvidados, los guardianes silenciosos de nuestras despedidas. Cuando la vida se detiene de golpe y el tiempo se vuelve un cuarto oscuro, son quienes encienden una pequeña lámpara. Una luz tenue, pero suficiente para no perdernos. En medio de nuestro temblor, ellos caminan con pasos suaves, como si supieran que cada palabra podría rompernos un poco más. Y aun así, hablan. O callan. Lo que haga falta para sostenernos. Hay una belleza secreta en su labor que no tiene nada que ver con lo estético, sino con lo humano. Mientras nosotros miramos al vacío, ellos acarician el mundo por nosotros. Preparan cada detalle como si prepararan un altar, como si esa persona fuera parte de su historia. Y quizá lo es, porque cada despedida, para ellos también deja una marca invisible en su piel. Son manos que arreglan lo que el dolor desordena; son miradas que contienen un océano de respeto; son presencias que, aun sin decir nada, abrigan el alma como una manta tibia en la noche más fría. Ellos transitan el silencio como quien camina sobre el cristal: con un respeto casi sagrado. Saben que no se puede consolar del todo, pero aun así acompañan. Saben que no pueden evitar el dolor, pero se quedan. Saben que no pueden devolver la vida… pero cuidan la dignidad del último adiós, como si fuera un acto de amor eterno.

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