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JAVIER VALDELVIRA
Miércoles, 18 de octubre 2017, 23:02
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Juro que fui feliz en mi niñez, aunque de cuartel en cuartel, de pueblo a ciudad, todos juntos tras mi padre que a lucía el color verde con orgullo y profesionalidad. Mi madre nunca se quejó y juntos y en complicidad supieron darnos los valores más importantes y transcendentes, valores que nunca he olvidado que y hacen de uno una persona de bien.
Aquellos años de la tardía postguerra no fueron fáciles aunque ya no existían las cartillas de racionamiento y las hambrunas ya se habían quedado atrás. Al final de los 50 fue cuando yo nací y, al igual que en los 70, el atraso endémico de nuestro país dejaba entrever una ligera recuperación.
Ser hijo de guardia civil implicaba casi siempre no ser de ninguna parte y recorrer la península. Luego, ser guardia civil significó para mí cumplir el sueño de mi niñez. Siempre quise ser como mi padre y como aquellos compañeros suyos que consideré de mi familia, porque la Guardia Civil era y es una familia que te ayuda, respeta y protege; eres guardia civil siempre aunque dejes de estar en activo o no vistas su uniforme. Ser guardia civil es un sentimiento.
Solo me queda desearte lo que cualquier español de bien: felicidades en el día de tu patrona, nuestra excelsa Virgen del Pilar.
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