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JOSÉ IGNACIO RUIZ
Viernes, 15 de junio 2018, 23:55
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La Rioja es una de la regiones más bellas y fértiles de España. Su vega acoge un patrimonio cultural y medioambiental de primera categoría en Europa. Se ha comparado a La Rioja con la región de Toscana en Italia. Pues bien, toda esa riqueza impagable está amenazada por un proyecto ferroviario monstruoso: el tren de alta velocidad.
Con una inversión de casi mil millones de euros, ahí es nada, se propone reducir el tiempo del trayecto Logroño-Miranda en unos quince minutos, sin parada en Haro y sin que puedan circular mercancías. A cambio de esta minucia, está garantizado el destrozo en el paisaje, en los cultivos y en el turismo. ¡Qué poco a cambio de tanto!
La alternativa: el tren de altas prestaciones, que mejoraría el trazado actual, reduciría el tiempo, pararía en Haro y sería compatible con el transporte de mercancías, asegurando así el corredor cantábrico-mediterráneo... y es más barato. El resto del dinero se puede destinar a las necesidades reales de la región. Es falaz el argumento del agravio comparativo, pues no todos territorios son iguales, y es demagógico, pues apela a las emociones sin atender a la razón.
Ya lo dijo Aristóteles: la corrupción de la democracia conduce a la demagogia. En este caso, los intereses de las grandes constructoras quieren corromper la capacidad de la política de razonar y decidir. Demasiado dinero en juego.
cartas@larioja.com
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