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La cruz, ¿signo de identidad?

PEDRO ZABALA

Domingo, 12 de agosto 2018, 00:07

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El ministro italiano de Interior, Salvini, de la Liga Norte, con el apoyo de Berlusconi, de Forza Italia, quiere imponer la presencia del crucifijo en todos los edificios públicos de esa República. Ve en ella el símbolo de su cultura y sus valores.

Resulta curioso cómo se quiere emplear el símbolo cristiano por excelencia como instrumento de una política abiertamente anticristiana, como es el racismo sobre la emigración y sobre la minoría gitana.

Me ha hecho recordar el caso histórico de la República abiertamente laicista francesa que, para sus intereses, creó artificialmente el Estado del Líbano, dotándolo de una constitución basada en tres comunidades religiosas -cristiana, chíita y suní- y no en una común ciudadanía libanesa.

En ambos casos, hay un uso torticero de lo religioso para bastardos intereses políticos. ¿Tiene esto algo que ver con la diáfana doctrina evangélica: «devolved al César lo que es del César y dad a Dios lo que es de Dios»? ¿Mas no es cierto que para ciertos sectores cristianos lo fundamental, para lo que ellos llaman el reinado social de Cristo, es su reflejo en símbolos externos y declaraciones solemnes?

¿Qué debe ser lo fundamental para todo creyente? El reconocimiento de la dignidad de TODA persona y el respeto a los derechos y deberes básicos que se derivan de ella. En eso, podemos y debemos hacer causa común con todas las personas de buena voluntad, con independencia de sus creencias o increencias.

¿De qué puede ser símbolo de identidad la cruz? A mi juicio, es el signo de identidad de los perdedores de la vida. De aquellos derrotados que no han obtenido éxito en sus aspiraciones fundamentales.

Vivimos en una sociedad que ha hecho de la competitividad el armazón de su tejido social. Hay que ser el primero o de los primeros en cualquier actividad. Los últimos no cuentan, son descartables. Hay que denunciarlo y subrayar al mismo tiempo que Jesús llamó a los últimos los primeros del Reinado de su Abbá.

¿Es una utopía soñar y luchar por otra sociedad en la que la competitividad sea sustituida por la cooperación? Hoy, todavía sí. Los mecanismos propagandísticos del sistema vigente tienden a reforzarlo y a incrustarlo en nuestras mentes.

El sistema destruye: quien fracasa es porque no se ha esforzado lo suficiente. Debe levantarse y sobrepasar sus límites, porque no existen, sino que él o ella misma se los crea.

Las competiciones deportivas y sus narraciones son un buen ejemplo. El podium consagra las medallas de oro, plata y bronce, los restantes son ignorados (encima sirven para alimentar los nacionalismos: se destaca su nacionalidad, aunque no representen a sus Estados, sino a equipos que son marcas comerciales).

¿Es lícito, pues, levantar la cruz como signo de identidad? Sí. Pero, ¿no debe hacerse como seña de los fracasados y con el compromiso de darles la mano, reconocerles su dignidad y ayudarles a ponerse en pie?

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