SE BUSCAN NACIMIENTOS
Ganadero y carnicero, de 42 años, casado y con dos hijos, Martín no cambiaría por nada del mundo su residencia en un pueblo de la ... sierra riojana que podría ser cualquiera de los muchos que jalonan la geografía montañosa de la comunidad. Vive feliz con las dos docenas de vacas de la que es propietario y con los ingresos que le deja la tienda, pero admite que lo suyo es vocacional y que no todo el mundo puede resignarse a vivir en un medio rural cuyas condiciones de vida van empeorando con los años. «Si estás solo y no tienes familia es más fácil, pero con hijos es más difícil apostar por un proyecto de vida en un pueblo pequeño. Es más, ya no hay mucha gente que tenga hijos por aquí, los nacimientos han caído en picado y sin relevo generacional no hay futuro y esto se va al carajo», me confesaba no hace mucho este serrano que describe un día a día muy alejado de las comodidades urbanas.
Y es que lo de vivir en la sierra o en cualquier localidad pequeña de La Rioja tiene sus complicaciones, como bien sabemos los que conocemos un poco la vida de los pueblos. Lo que en una ciudad o un municipio mediano o grande se da por supuesto, puede llegar a ser díficilmente asequible en la periferia rural riojana. Algo tan básico como el pan, por ejemplo, hay que ir a buscarlo al pueblo vecino o esperar a que llegue el panadero de hacer la ronda jugándose la vida por carreteras de tercera para repartir el alimento. Y lo mismo ocurre con otros muchos productos de consumo diario. Casi igual de básico que el pan es hoy internet, pero en la sierra no conocen más fibra que la del cereal y las legumbres y las ofertas de las compañías telefónicas que prometen llegar a los 100 megas de velocidad suenan más bien a broma. Con 10 muchos se conformarían. Por no hablar de la televisión, capada de muchos canales en varias localidades por una falta de señal que muchos suplen con horrorosas parabólicas. El suma y sigue puede extenderse también a la electricidad, con líneas deficientes en muchos casos y apagones que pueden durar horas en casos de tormenta.
Y no hablemos ya de servicios tan elementales hoy como la educación y la sanidad. Muchos niños tienen que desplazarse diariamente decenas de kilómetros para acudir a una clase que deben compartir con otros de edades diversas en una amalgama de niveles inconcebible en otras localidades. De las extraescolares para reforzar alguna materia o practicar deporte casi mejor olvidarse a no ser que los padres dispongan de tiempo, dinero o voluntad suficiente para llevar a sus hijos a la capital. El vehículo particular es un recurso imprescindible que hay que utilizar también en caso de urgencia sanitaria, previa consulta de en qué pueblo atiende el médico rural. Y si es una emergencia de las graves, mejor rezar para que la ambulancia llegue pronto y te puedan evacuar a un hospital.
Estos y otros mimbres integran la vida cotidiana en el medio rural más aquejado por la despoblación, esa Rioja vacía en donde el envejecimiento y la falta de nacimientos pesan como una losa sobre su futuro. Faltan alternativas económicas viables que fijen a la población, pero para que prosperen se necesitan infraestructuras, servicios y políticas de apoyo que las favorezcan y hagan un poco más cómoda y atractiva la vida en los pueblos. Sin ellos, el medio rural riojano más montano corre el riesgo de irse al carajo.
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