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Dos apuntes sobre Sánchez

Parece que, ahora sí, la habitual cantinela según la cual los electores de derecha no castigan la corrupción se ha visto refutada en toda línea. Ya era hora

JORGE URDÁNOZ GANUZA. - PROFESOR DE FILOSOFÍA DEL DERECHO DE LA UNIVERSIDAD DE NAVARRA

Martes, 26 de junio 2018, 20:14

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Del inaudito éxito de la moción de censura de Pedro Sánchez pueden decirse muchas cosas, pero aquí me interesarán solo dos, y ambas probablemente un tanto atípicas, por así decirlo. Primera: parece que, ahora sí, la habitual cantinela según la cual los electores de derecha no castigan la corrupción se ha visto refutada en toda línea. Ya era hora.

La tesis en cuestión había quedado ya desmentida en 2015. ¿Se acuerdan? En 2011 el PP había arrasado. Aquel año le concedieron su confianza nada más y nada menos que un 44,6% de los españoles. Pues bien, en 2015 cayó al 33,4%. Perdió, se dice pronto, nada menos que 3,6 millones de votos. ¿Qué había pasado? Muchas cosas. Desde luego, la crisis, que no parecía remitir. Pero también pasó 'Gürtel'. Y Bárcenas. Y Rato. Y Acuamed. Y 'Pokémon'. Y 'Taula'. Y las 'black'. Y 'Púnica'. Y las preferentes. Y el Jaguar. Y el confeti. Y el ático. Y los volquetes... y completen ustedes esa lista interminable.

Con todo, y un tanto sorprendentemente para los que seguimos creyendo en cosas como los «datos empíricos», todavía tras esas elecciones de 2015 se mantenía por doquier la opinión de que en este país los votantes de derechas no castigan la corrupción. Uno pensaba: «si 3,6 millones de votos perdidos no es un castigo electoral, ¿qué lo es?». Pero está visto que algunos confundían castigo electoral con pérdida de poder político. Dos cosas diferentes, excepto si uno sigue anclado en los esquemas mentales del bipartidismo, claro.

Lo cierto, en todo caso, es que a día de hoy esa confusión es irrelevante: ya han sucedido ambas cosas, y en ambas está claro que la corrupción ha jugado un papel crucial. Al PP primero lo castigaron los electores de derecha. El golpe final se lo han dado los jueces, es cierto... pero es obvio que la moción jamás hubiera triunfado sin el desplome en las encuestas del PP. Los ciudadanos conservadores siguen castigándole. Los que -y esto es lo verdaderamente insólito- no han reaccionado como es debido no han sido por tanto los electores, sino los cuadros del Partido Popular, más interesados que nadie, por la cuenta que les trae, en mantener limpia su organización. Algo que dice mucho, y muy preocupante, del nivel de fosilización y esclerosis que ha acabado anegando a todo el partido.

En las democracias asentadas, cuando un cargo dimite lo hace siempre porque le echan desde su partido. Las organizaciones políticas sanas apartan a sus candidatos manchados. Ellas mismas, no los jueces, ni la prensa, ni mucho menos la oposición. Si hace falta que tu padre, el fontanero o un vecino te aconsejen que apartes la manzana podrida de tu propio cesto, porque a ti al parecer no se te ha ocurrido, el problema lo tienes tú. Así que cuando escucho hablar ahora, desde el PP, de que Rajoy ha pagado por la corrupción de otros -aquello era cosa de Aznar, alegan- y de que tal cosa no es justa, sospecho que algunos no han entendido todavía nada a pesar del bofetón de realidad recibido. Rajoy convivió con un sistema corrupto durante años, un sistema del que se benefició el partido que él dirigía, y mintió al respecto ante los jueces cuando fue llamado a declarar. ¿Alguien me puede explicar por qué demonios tiene un partido político democrático que cargar con eso?

Ni siquiera ahora, desbancados del poder y destrozados en las encuestas, ven lo evidente. Siguen abrazando sus manzanas podridas con independencia de la inmundicia que rezumen. No caen del guindo. Los electores han despertado, y ahora tienen alternativas. Pero los cuadros siguen atrapados en una tela de araña que alguna vez tendrán que cortar, porque los va a envolver sin remedio hasta la asfixia. Lo de Ciudadanos, ahora, es un bache en una carrera meteórica hacia delante de un partido nuevo y joven. Lo del PP es un declive de años, cada vez más agravado, y que acontece en un partido viejo y envejecido. O acaban con la corrupción o la corrupción acabará con ellos.

La segunda cuestión que me suscita lo de Sánchez tiene un calado mucho mayor. Se trata de la mercantilización de lo político. Todos señalan a Iván Redondo como máximo responsable de la estrategia del nuevo presidente del Gobierno. Un hombre, Iván Redondo, dedicado profesionalmente a la asesoría política y que estuvo a sueldo de José Antonio Monago en Extremadura y de Xavier García Albiol en Cataluña. Un experto que lo mismo te envuelve un candidato del PP que te seduce con un socialdemócrata. Lo mismo apadrina un eslogan xenófobo -el tristemente célebre 'Limpia Badalona' es suyo- que te aconseja crear el Gabinete con más ministras de la historia no ya de España, sino del mundo.

Una personalidad, por lo demás, interesantísima, que en una entrevista que Pablo Iglesias le hizo en 2016 afirmó algo así como que él no entra a juzgar las ideas de los políticos a los que asesora, sino que tan solo les aconseja cómo hacer que esas ideas tengan éxito. Yo me temo que no veo tan clara esa nítida frontera que él dibuja entre una cosa y otra, y me pregunto si la lógica del mercado de la una no acabará contaminando la lógica estrictamente política de la otra. Pero ya el espacio se me agota, y sobre esa cuestión tendremos que profundizar, me temo, en otro artículo. Si lo tienen a bien, por supuesto...

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