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Se acerca la fecha para el 'brexit' y el premier británico, Boris Johnson, no desaprovecha ocasión para decir que el acuerdo es «imposible». Con cinismo, la fuente oficial de Downing Street ha acusado a la Unión Europea de «querer torpedear el acuerdo del Viernes Santo», cuando la realidad es la contraria: lo que Bruselas desea es asegurarse de que no se alzará una frontera 'dura' entre las dos Irlandas. Y la propuesta británica, que asegura que se cumplirá este objetivo relativizando la salvaguarda incluida en los acuerdos del Viernes Santo, no es creíble. Johnson, empecinado en promover la separación, no ha medido el alcance de una ruptura sin acuerdo, a pesar de las advertencias que recibe de sus propias autoridades económicas. En todo caso, Westminster aprobó en septiembre una ley que le obliga a solicitar a la UE una prórroga para seguir negociando el 'brexit' si no se ha alcanzado un acuerdo el día 19 de este mes. Todo indica que el primer ministro no piensa cumplir el mandato, pero no debería olvidar que la Justicia británica ya desmontó su intento de cerrar el Parlamento hace unas semanas. Quizá el sistema mismo acabe frustrando la irracionalidad de este excéntrico personaje.

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