Borrar
DICHO SEA DE PASO

Héroes en patinete

PIEDAD VALVERDE

Sábado, 17 de junio 2017, 23:43

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

La Premio Nobel de La Paz Rigoberta Menchú protagonizó un pequeño escándalo cuando se descubrió que su autobiografía no era literal, que algunos episodios que contaba le habían pasado en realidad a sus vecinos y allegados. Para defenderse ella alegó que ésta es una práctica habitual porque no se trata de contar la vida sino de que esta vida sirva para denunciar las injusticias. Salvo alguna cosilla sin relevancia yo les aseguro que todo lo que cuento me ha pasado en primera persona y que además tengo la manía de relacionar con mi propia vida y la de mi familia cualquier hecho. Así que por inverosímil que parezca cuando he oído la triste historia de Ignacio Echevarría, el valiente héroe del patinete, me ha venido a la imaginación cuando estuve a punto de formar parte de los niños del Plus Ultra por salvar la vida de mi hermana Trini. Antes de seguir quiero dejar claro que me parece un asunto muy serio, que me da mucha pena el dolor de esa familia y que admiro profundamente este gesto de generosidad extrema. Pero dicho esto continúo con mi pequeña anécdota. Resulta que Trini era bastante traviesa y mi madre me encargaba que cuidara de ella porque no tenía cumplidos dos años cuando ya se había caído del poyo, forma coloquial para referirse a la circunstancia de que aumentara la familia, en este caso mi hermana Ramoni, que además, como había nacido en casa sin las condiciones sanitarias adecuadas, sufrió una lesión en el hombro en el momento del parto. Así que durante algún tiempo toda la atención de mis padres se centró en el problema de la recién llegada y, no sé si para llamar la atención o para qué, pero Trini era bastante kamikaze. En una ocasión que mi madre estaba blanqueando la fachada se metió en la boca un trozo de cal viva y otro día se comió una caja de cerillas. No sabemos si el fuerte carácter que le adorna se debe a la cal o a los fósforos. Así que, como les cuento, mi madre me decía que tuviera mucho cuidado con ella porque cualquier día le iba a pasar algo. Yo tendría unos diez años y era bastante responsable para mi edad pero tenía el vicio (así le decía mi abuela) de leer tebeos y con un ojo vigilaba a Trini y con el otro al Jabato y sus aventuras. Para esa época, como la cuna estaba ocupada, la niña empezó a dormir en mi cama y en esas estábamos cuando se puso a llorar. En décimas de segundo vi que estaba desmontando un interruptor eléctrico que pendía de un cordón sobre la almohada. Así que arrojé el tebeo al suelo y fui a quitarle el artefacto eléctrico. No sé exactamente cuál era la situación pero a ella le estaba dando la corriente y cuando fui a quitarle el interruptor me daba a mí e incluso se me quemaron los dedos. Al oír los gritos mi madre acudió con el bebé en brazos y no recuerdo mucho más. Sólo que al día siguiente fui a la escuela con toda la mano vendada y las monjas me preguntaron que me había pasado y yo se lo conté. No sé qué énfasis pondría en el relato que la madre Paula, que me quería muchísimo, me dijo:

- Vamos a ver hija mía. Tú has salvado a tu hermana a riesgo de tu propia vida.

- Sí, sí .

- ¿Pensabas que podías morir? ¿Encomendaste tu vida a dios?

Y yo me dejé llevar por aquella situación tan placentera sin pensar en las consecuencias. La madre Paula se embaló y llamó a la superiora porque pensaba que yo era digna de engrosar las filas de los niños del Plus Ultra, una especie de club de niños pobres y héroes que salía en los NODOS de la época. La superiora con buen criterio pensó que antes de llamar a los del Plus Ultra había que consultar con mis padres. Recuerdo la reunión en la salita del colegio y la cara de preocupación de mi madre, que les dijo a las monjas que a ella le daba miedo que me pasara algo en un avión de aquellos que se veía en los noticiarios. Y ahí quedó la cosa y en una cicatriz en los dedos. Pero hasta que no he sido mayor no he reflexionado sobre el hecho de que estuvimos a punto de morir electrocutadas mi hermana y yo, sobre los motivos por los que mi madre no pudo elegir cuántos hijos iba a traer al mundo y sobre por qué mi hermana Ramoni no había nacido en un hospital...

Salvando las distancias, que son abismales, cuando oigo el relato de la valentía de Ignacio Echevarría, que pudo salir corriendo y no lo hizo, echo en falta aparte de las alabanzas (a las que me sumo) una reflexión de lo que está pasando en Europa con estos atentados. Pero me temo que a la hora de analizar seriamente el origen de tanta violencia los gobernantes no se parecen a nuestro héroe y ,dicho sea de paso, salen corriendo.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios