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Cuatro décadas de libertad

Como el totalitarismo ayer, hoy es el fundamentalismo el enemigo de la democracia

PPLL

Sábado, 17 de junio 2017, 23:43

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El jueves se cumplirán 40 años de las elecciones que restablecieron la democracia en España. El 15 de junio de 1977 los ciudadanos se hicieron con las riendas del país votando libremente a sus representantes en el Congreso y el Senado, dando así paso al período constituyente. Atrás quedaban cuarenta años de dictadura y conculcación de derechos, el rastro duradero de la división entre vencedores y vencidos, la abismal distancia respecto a las sociedades abiertas de Europa y del mundo. Pero el acceso definitivo a un régimen de libertades vía reforma no estaba asegurado aún. La persistencia de nostalgias franquistas en algunos sectores de los aparatos del Estado y de la sociedad ensombrecía la transición. El terrorismo de ETA amenazaba con perpetuarse, a pesar de que la democracia pudiera solventar o, cuando menos, dar cauce de solución a las demandas sociales y a las aspiraciones territoriales. Aquellas elecciones rescataron, en parte, la memoria democrática anterior a la guerra civil, devolviendo al socialismo, al comunismo y a las distintas formaciones nacionalistas a la escena pública institucional, y permitieron que un partido en aluvión -como fue la UCD- se hiciera con el Gobierno del Estado. Las urnas retrataron, gracias a una amplia participación ciudadana, un país que resurgía frente a la amenaza de la involución. Nadie hubiera pensado entonces que la barbarie etarra fuese a continuar activa durante treinta y cuatro años más, y que hoy aún no estaría disuelta. Mucho menos que el declive de ETA acabaría solapándose con la aparición de un nuevo tipo de terrorismo, el yihadista, tan brutal como desconcertante para el Estado de Derecho. El extremismo etarra ha mantenido un pulso de décadas con la democracia mediante el daño físico y moral que causaba a sus víctimas. Su crueldad mantiene todavía muchas heridas abiertas, desde el mismo momento en que los terroristas se niegan a retractarse de sus actos y pedir perdón. Por eso mismo resulta más penoso constatar que una nueva amenaza, que ya asoló nuestro país el 11 de marzo de 2004, intenta asentarse en toda Europa poniendo en cuestión abiertamente el multiculturalismo y la tolerancia para un futuro que se enriquezca en la diversidad. Como el totalitarismo ayer, hoy es el fundamentalismo el enemigo de la libertad; la fuerza que despierta instintos xenófobos e intolerantes contra las democracias europeas.

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