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Mujer, discriminación  e Iglesia católica

Mujer, discriminación e Iglesia católica

Somos ya muchas las mujeres en todo el mundo que denunciamos esta situación de discriminación y estamos trabajando por la igualdad y equidad en la Iglesia católica en todos los ámbitos»

PILAR CRIADO FERNÁNDEZ PRESIDENTA DE LA ASOCIACIÓN MUJERES Y TEOLOGÍA DE LA RIOJA

Sábado, 1 de abril 2017, 00:44

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En nuestra sociedad, el seminario eclesial es uno de los últimos reductos machistas donde, en pleno siglo XXI, está prohibido el acceso a las mujeres. En la sociedad civil existe una igualdad 'formal', aunque continúan existiendo importantes desigualdades en muchos ámbitos sociales, económicos, laborales o políticos. Pero no existe una prohibición a que las mujeres se equiparen a los hombres. Sin embargo, en el ordenamiento jurídico de la Iglesia católica se niegan las posibilidades de que las mujeres tengan acceso a los ámbitos de decisiones de la institución. En esta situación de lesa injusticia, el papel de la mujer se resume al acatamiento de las normas de la jerarquía, aunque se edulcora la figura de las mujeres, con ánimo tranquilizador, y con razones teológicas que han sido rebatidas por diversos teólogos y teólogas.

En todas las constituciones de los Estados miembros de las Naciones Unidas, y el Vaticano forma parte de estas, se recogen, entre sus primeros artículos, el rechazo a cualquier tipo de discriminación en razón de sexo, nacionalidad, religión. Pero el Vaticano no parece que esté de acuerdo, ya que no se ha adherido con su firma a la discriminación de las mujeres aprobada en la Asamblea de Naciones Unidas ya desde el año 1979.

Esto nos plantea a las mujeres católicas muchas preguntas, dudas y reivindicaciones respecto al modo de actuar de nuestra Iglesia en un mundo donde, en los demás campos, la mujer está adquiriendo un papel de igualdad con los hombres en distintos ámbitos y la sociedad, en general, lo está reconociendo y asumiendo.

Las mujeres llevamos peleando por el reconocimiento de nuestros derechos desde el siglo XVIII en Europa, y hemos conseguido, al menos en las constituciones de la mayoría de los Estados, una igualdad teórica o que la desigualdad sea valorada negativamente. Entonces, ¿cómo es posible que seamos discriminadas de forma explícita en una institución como la Iglesia? ¿Cómo es posible que la Iglesia, que es una institución plenamente inscrita en nuestra sociedad occidental, cuyos miembros son personas que se han criado y socializado en los valores democráticos que pertenecen a esta cultura que defiende los principios éticos de la igualdad de todos los seres humanos como algo incuestionable, como puede ser, digo, que sin embargo defienda, sin pudor, la inferioridad de las mujeres y recoja esta idea en sus textos legales y doctrinales, así como en su funcionamiento, en el que las mujeres tienen un lugar secundario en relación con los varones, que ostentan un orden patriarcal? ¿Cómo es posible que la Iglesia no haya evolucionado? Y, es más, ¿cómo se dice cristiana una institución que discrimina a unas personas de otras, por el simple hecho de haber nacido con un sexo determinado? ¿No es un aspecto nuclear del cristianismo la idea de que todos somos iguales, y con similar valor como seres humanos? Discriminar, invisibilizar, ignorar, marginar y, me atrevería a decir, explotar, ya que hay muchas más mujeres que varones trabajando en la Iglesia Católica, sin ningún tipo de poder de decisión, son formas de opresión que son parte de la experiencia común de todos los oprimidos de la historia: negros, pobres, emigrantes, mujeres.

Jesús de Nazaret, a quien la Iglesia quiere representar, siempre defendió a la mujer en un contexto histórico de gran marginación y discriminación. Si la Iglesia quiere defender un mensaje a favor de las personas oprimidas, discriminadas, invisibilizadas, minusvaloradas y marginadas, sin embargo, practica en su propio seno, y sanciona con normas legales, una discriminación activa hacia la mitad de la humanidad.

Como mujeres que trabajamos y luchamos ante esta injusticia y nos consideramos «Iglesia y pueblo de Dios en marcha», pensamos que es una gran incoherencia que va en contra de los valores evangélicos de Jesús de Nazaret.

Por ello somos ya muchas las mujeres en todo el mundo que denunciamos esta situación de discriminación y estamos trabajando por la igualdad y equidad de las mujeres en la Iglesia en todos los ámbitos.

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