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El adiós de Mayer

Antes, la concejala de Cultura de Madrid pegó un puntapié a sus propios simpatizantes y al resto del mundo

JOSÉ MARÍA CALLEJA

Viernes, 24 de marzo 2017, 00:22

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La concejala de Cultura del Ayuntamiento de Madrid ha sido cesada. El último estropicio de Celia Mayer fue la brillante idea de cambiar los nombres de las salas de teatro Max Aub por el de sala 10, y la de Fernando Arrabal por sala 11, ambas en el espacio cultural del Matadero. El público no es lo importante, ahora se trata de investigar, dijo Mateo Feijóo, director de esos teatros colocado por Mayer. No sólo fue el ignominioso cambio de nombre, también se cambiaron las condiciones de contratación de los actores, lo que provocó una irritación aún mayor.

Gentes de la cultura, del teatro; gentes de izquierdas mostraron su profundo rechazo por los cambios urdidos por sus conmilitones y se reunieron de urgencia con la alcaldesa, Manuela Carmena. El cese se ha producido después de aquella reunión. Algunos no descartan que los autores del destrozo desconocieran quién era Max Aub. Nuria Espert había dicho hace unos días que dudaba que la concejala ahora cesada supiera leer. Tal cual.

El asunto es de récord mundial: en la mitad de la legislatura municipal, que tantas esperanzas creó, una concejala, que se supone que estaba puesta para hacer una política cultural del agrado de quienes les votaron, pega un puntapié a sus propios simpatizantes y al resto del mundo. Qué estaríamos gritando, dicen algunos de los nuevos indignados, si la que hubiera quitado las placas de Max Aub y Arrabal hubiera sido la derecha, que ya quiso borrar el nombre de Fernando Fernán Gómez a otro teatro municipal con la consiguiente escandalera.

Suelo ir con regularidad a las salas del Matadero y siempre las he visto llenas, bien es verdad que no son de grandes dimensiones, pero se ha creado allí un espacio cultural con constantes actividades, consolidado, en un barrio de Madrid, que disfruta la gente y los críos los fines de semana.

A Meyer la han quitado de Cultura, pero la han puesto en Igualdad, una concejalía que no existía como tal, como si fuera un premio de consolación. Esto no habla muy bien del concepto que se tiene de la Igualdad e informa bastante bien del apego a las poltronas, tan denostado en capítulos anteriores por los pertenecientes al partido de Meyer, Ganemos, integrante de la coalición que llevó a Carmena a la alcaldía.

Meyer había sido la responsable de no aplicar la Ley de Memoria Histórica al destrozar una placa y un monumento que no estaban incluidos en los criterios establecidos por la ley, lo que obligó a restaurarlos. Sumando records.

Mal asunto si las medidas que tomas son criticadas agriamente por quienes te han votado ilusionados para que hicieras las cosas mejor, para que dieras a la Cultura, así, con mayúsculas, todo su esplendor como siempre reclamaba la izquierda.

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