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Bauman y la  modernidad líquida

Bauman y la modernidad líquida

«Nuestros paradigmas y ambivalencias son fruto del contraste entre lo sólido y lo líquido: lo comunal frente a lo individual, la humanidad frente a la deshumanización, lo estático frente a lo veloz y cambiante»

ISMAEL PEÑARANDA GÓMEZ

Lunes, 20 de marzo 2017, 00:26

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Con la muerte de Zygmunt Bauman el 9 de enero del presente año, muere una parte de la mirada crítica de la sociología y la filosofía. El polaco tuvo que huir en varias ocasiones de todo aquello que más tarde sería objeto de examen en parte de sus escritos. Escritos directos y de lenguaje fácil. Un pensamiento basado en el análisis de las desigualdades y la moralidad. Una sociología y filosofía que critica nuestras «modernas sociedades líquidas», que decanta su balanza hacia los más desfavorecidos, los que sufren, los excluidos y marginados.

Existen dos modernidades completamente distintas y bien diferenciadas entre sí que se dan a partir de finales del siglo XVIII: la modernidad sólida y la modernidad líquida. En sus dos libros, 'Modernidad líquida' (2000) y 'Trabajo, consumismo y nuevos pobres' (2011), Bauman (1925-2017) analiza las complejas estructuras de nuestra modernidad en las últimas dos o tres décadas y las contrapone a las estructuras del siglo XIX y primera mitad del XX. Los múltiples cambios en los conceptos como el de familia, el trabajo, el de organización demográfica, capitalismo, consumismo., pero también sucesos históricos relevantes (dos guerras mundiales, varios holocaustos, migraciones voluntarias o forzosas, inventos revolucionarios y un largo etcétera), indujeron el paso de lo sólido a lo líquido en nuestras sociedades. Dichos cambios se han producido aceleradamente en los últimos 200 años y aún más en las últimas décadas.

Nuestros paradigmas y ambivalencias son fruto del contraste entre lo sólido y lo líquido: lo comunal frente a lo individual, la humanidad frente a la deshumanización, lo estático frente a lo veloz y lo cambiante, la solidez de las relaciones personales frente a la ausencia de compromisos. La modernidad líquida se caracteriza por los constantes flujos (metáfora de los líquidos): flujos de personas (refugiados, exiliados o viajes de placer y negocios), flujos de capital y de datos a través de la Internet, etc. Hay que estar a la última en el consumo y las modas, de lo contrario, corremos el riesgo de ser excluidos. Parafraseando a Bauman, andamos sobre una fina capa de hielo y el movimiento constante y veloz de nuestras vidas hace que no caigamos al agua helada. Si te detienes, mueres.

Esta mirada profunda y lúcida de nuestras modernas sociedades extiende su análisis a cuestiones como los nuevos miedos, la vigilancia de los Estados y el capitalismo voraz, el fluir rápido y veloz de nuestras vidas modernas, el arte, las comunicaciones, la pérdida de sensibilidad ética e incluso el amor.

Sus detractores le achacan un exceso de pesimismo apocalíptico y una visión sesgada de las sociedades actuales. Como el propio Bauman decía «soy pesimista a corto plazo, y optimista de largo recorrido». Para nosotros Bauman es el sociólogo de lo moral, de lo humano que hay en nosotros, de lo cotidiano. Se pregunta y se preocupa por la conducta individualizada y egoísta de las personas: la moral como salvaguarda de las sociedades modernas líquidas.

Sus escritos nos miran directamente a la cara, no podemos dejar de responder, no podemos apartar la mirada, y nos devuelve visceralmente todo aquello que hacemos y pensamos, todo aquello que somos. Bauman es el cirujano que opera a corazón abierto a una sociedad que todavía no es consciente de los males que padece.

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