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Un futuro incierto para Europa

«El brexit y Trump deben ser el revulsivo que la UE necesita para luchar contra el crecimiento del populismo en los países miembros y convertirse, así, en adalid de la defensa de las libertades y los derechos fundamentales»

RUBÉN RUIZ CALLEJA - CONSULTOR Y ANALISTA EN ASUNTOS EUROPEOS

Jueves, 22 de diciembre 2016, 23:43

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Aquella mañana nos despertábamos con la noticia de que el próximo presidente de los Estados Unidos sería Donald Trump. Unos meses antes, 'brexit' fue una de las palabras que escuchábamos a primera hora con incredulidad, sin que nadie supiera realmente cuáles serían las consecuencias. Aquel día, el exprimer ministro David Cameron no imaginaba otra cosa que no fuera una victoria suya, la permanencia en la UE tras una negociación, en su opinión, «exitosa» con Bruselas. Muchos británicos se confiaron. Los resultados son conocidos. El Cameron de ayer es la Clinton de hoy. Dado que las encuestas situaban a la líder demócrata por delante de Trump, muchos partidarios de Bernie Sanders se abstuvieron de apoyar a Clinton, con la victoria inesperada de Trump para su sorpresa y estupor.

Vivimos inmersos en un movimiento global en el que se tiende a posiciones rompedoras con lo existente. No se piensa tanto en el futuro y en las consecuencias que algunas promesas políticas puedan conllevar, sino en un voto de protesta, en una reacción frente al poder, contra el establishment. Se piden cambios inmediatos. El mundo tiende a una ciudadanía global, a movimientos mundiales. Sí, el resurgimiento del nacionalismo es, sin duda, un movimiento global, aupado por el populismo que, peligrosamente, se está abriendo paso, paradójicamente en un momento en el que la interdependencia entre estados y regiones del mundo es más fuerte que nunca. El nuevo nacionalismo es consecuencia del miedo a los cambios en nuestras sociedades, a los nuevos polos internacionales de poder que están emergiendo, cuando deberíamos aprovecharlos precisamente para fomentar la cooperación y apostar por la libertad y por más oportunidades para los ciudadanos en una sociedad más global.

Si el 'brexit' representó un ataque inédito a la unidad europea y una reacción renacionalizadora, Europa tampoco es ajena a las consecuencias que se podrían desprender de la próxima Administración Trump. Debemos aprovechar la situación para emprender la ardua tarea de cohesionarnos en torno al mensaje europeísta y hacer frente a la narrativa de aquéllos que quieren destruir Europa y que pertenecen a ambos extremos del espectro político. Quienes apoyaron el 'brexit' habrán conseguido que el Reino Unido deje de tener voz y voto en las grandes decisiones europeas, que se encarezcan sus exportaciones a la UE y que se reduzcan derechos y oportunidades de los ciudadanos británicos en un espacio de más de 500 millones de personas, especialmente de los jóvenes, quienes precisamente mostraron su deseo de seguir en el club europeo. Asimismo, el presidente electo de EEUU ha promovido políticas proteccionistas en campaña al poner en cuestión tanto el avance del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) como el de la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP), alejándose del libre mercado y rompiendo una tendencia de acercar regiones a través de la liberalización del comercio y de los servicios.

¿Se replanteará Trump, como ha defendido en los últimos meses, el compromiso de EEUU con la OTAN, con Japón o con Corea del Sur?, ¿aceptará la esfera de influencia de China en el Mar de la China Meridional?, ¿dejará de defender a Ucrania y a otros países de Europa del Este ante las amenazas rusas?, ¿dará marcha atrás al acuerdo nuclear con Irán?, ¿rechazará el Acuerdo de París de 2015 sobre el clima? A pesar de que Trump contará con mayoría republicana en el Congreso, eso no le garantiza que pueda aprobar grandes propuestas electoralistas que tan fervientemente defendía en campaña, algunas por su bloqueo institucional, y otras, simplemente, porque ya están en marcha, como el famoso muro que asegura querer construir a lo largo de la frontera con México, una frontera que ya cuenta con 1.050 kilómetros de muros y vallas. Por cierto, un muro que comenzó a construir la Administración Clinton.

Ante la incertidumbre de la próxima Administración norteamericana y la situación post 'brexit', a Europa no le queda otra opción que reinventarse, que apostar por la profundización en la integración, que reafirmar los valores europeos, que defender la democracia liberal y los mercados abiertos. Ante el creciente populismo, la Unión Europea necesita un nuevo impulso, un nuevo liderazgo sostenido por cuatro pilares fundamentales: Alemania, Francia, España e Italia. La Unión Europea debe asumir más responsabilidad con los países de su vecindad y frente a los conflictos que afectan a la seguridad europea, en lugar de confiar las soluciones al liderazgo estadounidense, como ha venido sucediendo en las últimas décadas.

En conclusión, ni el 'brexit' ni el efecto Trump van a acabar con la Unión Europea. Al contrario, deben ser el revulsivo que la UE necesita para luchar contra el crecimiento del populismo en los países miembros y convertirse, así, en adalid de la defensa de las libertades y los derechos fundamentales. En los próximos meses estará en juego mucho más que las relaciones de Bruselas con Washington y Londres. Lo que tendremos en las mesas de negociaciones será un debate sobre el futuro de la propia Europa y sobre lo que realmente quiere llegar a ser.

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