EL REPARTO

Las autonomías van a recibir más dinero, pero todo saldrá del mismo sitio, o sea, de nosotros los autonómicos. El puzle de la España varia, pequeña y en libertad condicional dispondrá de más caudales, ya que los Presupuestos tendrán un tope cuando el Gobierno apruebe el techo del gasto para que nadie se rompa los cuernos cuando estornude. Las arcas públicas bostezan como tinajas y tendrán el año que viene unos cuantos millones de euros menos que éste (118.000, según el contable nacional, don Cristóbal Montoro, al que Dios conserve la vida, pero no se la aumente). Estamos en unas fechas propicias para la alegría y no debemos prever lo que se nos viene encima mientras no nos desprendamos de nuestra joroba, que es capicúa, ya que es en lenguaje taurino «de frente y por detrás». Así que hay que aferrarse a la alegría. Si les pudiésemos pedir a los dioses indiferentes alguna donación fuera de las habituales sería la de la alegría, que no es más que una ráfaga, como si los ángeles neutrales se hubiesen dejado abiertas las puertas del paraíso. A mí, en mi insignificancia, me han concedido algunas cosas, pero lo que más agradezco es que me hayan negado la envidia.

Las autonomías mediterráneas, entre ellas las de Cataluña, la valenciana y la de Baleares, refuerzan sus demandas a Hacienda y le piden cuentas al Mediterráneo, que además de un cementerio marino es la madre patria de eso que llamamos cultura y que según Ortega es siempre «un repertorio de soluciones». El próximo año, al que ya se le ve la oreja, que por algo tiene forma de caracol, va a traer conflictos de reparto. No sólo porque quien parte y reparte se suele llevar la mejor parte, sino por algo más grave: porque no hay mucho que repartir. En la Biblia, donde siempre hay algo a gusto de todos, se dice que el que la tiene vive una continua fiesta, pero también se dice eso de «¡ay vosotros, los que reís, porque lloraréis!' Total, que siempre ha habido problemas de reparto.