Borrar
MI BALCÓN

El Goya a la Mejor Película

FÉLIX CARIÑANOS

Viernes, 2 de diciembre 2016, 23:56

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Uno de estos días, saliendo del archivo municipal de mi pueblo, caía la nieve sobre la Plaza de los Fueros, aunque preví que no iba a cuajar. Al día siguiente, mientras degustaba un mostillo juntamente con la portada de un diario, este calificaba a la nevada como inesperada. Pues no sé, la verdad, ya que este mes y los próximos son precisamente los más proclives a recibir esa clase de manta blanca, no tanto los de julio y agosto, por ponerles dos ejemplos más bien tórridos.

Unas páginas más adelante aireaban sus opiniones distintos grupos de la política, tanto españoles como extranjeros, que se trataban unos a otros de fachas. Por lo que vengo percibiendo desde hace muchas lunas, ese vocablo suele utilizarse frecuentemente como sinónimo de fascista; no obstante, supongo que las personas aficionadas a esgrimir dicho término contra otras no identificarán a todas ellas como practicantes del paso de la oca. Según ha ocurrido con tantas otras voces, la expresión facha se asemeja mucho a la folclórica tripa de Jorge, la que se estira y se encoge, de manera que caracteriza facilonamente a la opinión de todo aquel que no está de acuerdo con la de uno, y se acabó. Mas no siempre ocurre así. A principios de noviembre del pasado año, hallándome en Valencia, enfilé desde la librería La Guarida de las Maravillas con una bolsita de libros viejos hacia el antiguo cauce del Turia para ver algún partido de fútbol entre chavales. Transcurría plácidamente la competición cuando un espectador aferrado a una barandilla, ante la decisión tomada por el árbitro en una jugada cercana, lo increpó con voz tonante: «¡Facha!». El trencilla superó la barrera metálica con presteza envidiable y le propinó tal sopapo que lo dejó tendido en el suelo. La bolsita con mis tres viejos libros no volvió a hablarme en toda la tarde.

Semejante suerte han corrido otras palabras según ha ido avanzando el tiempo. Lo experimentaba un servidor al ojear en la sección de política internacional unas declaraciones de la canciller alemana al examinar su manejo del vocablo populismo, que ella aplica tanto a la extrema derecha como a la extrema izquierda. Mucho han cambiado los pareceres sobre el populismo desde Perón y Evita. Hay asimismo quienes lo definen como la propuesta de llevar a cabo reformas económicas incapaces de solucionar, ni siquiera mínimamente, la crisis actual. Los poderosos apuntan, desde luego, a que huele a populismo todo lo que intenta favorecer a las clases bajas haciendo peligrar un solo euro de los de arriba. Sencillísimo.

Fascinante y memorable la interpretación de la plana mayor del PP con ocasión del óbito de Rita derramando, todos a una, lágrimas de hipopótamo y echando balones fuera, plenos de honradez y solidaridad. Únicamente les faltó haberse pagado de su propio bolsillo una flotilla de autobuses para asistir al sepelio, al estilo Corleone, con guardaespaldas incluidos. Parece ser que la familia de Rita comprende muy bien a esa otra, de ahí sus disposiciones finales. Con todo, esos peces gordos se merecen impepinablemente el Goya a la Mejor Película (y no precisamente de ficción).

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios