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C. R.
BARCELONA.
Sábado, 13 de octubre 2018, 00:02
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A dos semanas para la convención fundacional de la Crida Nacional, el partido que impulsan Carles Puigdemont, Quim Torra y Jordi Sànchez para tratar de crear un espacio secesionista que compita con Esquerra, el PDeCAT reunió ayer a su ejecutiva, de manera extraordinaria, en un clima de división, entre los que son partidarios de integrarse y hasta diluirse en la plataforma del expresidente y los que defienden que las siglas de la formación heredera de Convergència tienen futuro.
Esta fractura es de tipo ideológico, entre los que apuestan por la vía rupturista de Puigdemont y los que apelan a la moderación de la antigua CDC. El cónclave neoconvergente se celebró sin la presencia de medios de comunicación, pues la formación nacionalista quería hacer un debate a fondo, sin la presión mediática. En juego está el futuro del partido, el apoyo o no a Sánchez en el Congreso y su papel en el seno de JxCat y del Govern.
El PDeCAT lleva meses fracturado. Lo escenificó el pasado mes de julio, en un congreso en el que Puigdemont se hizo con el control y defenestró a Marta Pascal, partidaria de la vía menos radical. El expresident, en cualquier caso, no ha acabado de controlar del todo el partido, a pesar de que situó de número dos a Míriam Nogueras.
El riesgo de escisión está sobre la mesa, lo que agravará la división que hay en el independentismo. Hay fractura entre JxCat y ERC, la hay en JxCat, entre la ANC y Ómnium, entre el independentismo social y el institucional, hay mar de fondo en ERC y la hay en el PDeCAT, formación que nació para hacer borrón y cuenta nueva a los problemas de corrupción de CDC.
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