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P. DE LAS HERAS
Jueves, 9 de noviembre 2017, 00:20
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Madrid. Las pocas encuestas publicadas vaticinan que las elecciones catalanas del próximo 21 de diciembre arrojarán un resultado difícil de gestionar: un Parlamento prácticamente dividido en dos entre partidarios de la independencia y contrarios a la secesión. Mariano Rajoy, sin embargo, se mostró ayer optimista y aseguró, durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso, que hay una oportunidad de dejar atrás las tensiones y dar paso a una «nueva etapa de normalidad». «Espero que haya una participación masiva porque la gente -dijo- sea consciente de la importancia de estos comicios».
El jefe del Ejeuctivo apeló así de forma implícita a la movilización de aquellos votantes que rechazan la ruptura de Cataluña con España y, en cierto modo también, a la de quienes quizá coquetearon con ella pero ahora han visto las orejas al lobo en forma de desaceleración económica. Desde la óptica de los populares es el voto de esos sectores el que podría evitar que a la vuelta de la esquina Cataluña se encuentre atascada en la misma situación que provocó la aplicación, por primera vez en democracia, del artículo 155 de la Constitución.
El PSOE, en cambio, no lo tiene tan claro. Su portavoz en la Cámara baja, Margarita Robles, advirtió de que las elecciones por sí solas no arreglarán las cosas, conminó al Ejecutivo a remangarse y rechazó como solución una estrategia de bloques o frentes (constitucionalistas vs independentistas). «Lo que le pedimos, señor Rajoy, es que haga política; es el momento de tender puentes y de trabajar por esa Cataluña que todos queremos integrada en España, modelo de convivencia, de pacto y de democracia», reclamó.
En una línea similar, el portavoz del PNV, Aitor Esteban, argumentó que el «malestar» con el Gobierno no va a desaparecer «como por ensalmo» tras la cita con las urnas. «Para eso -adujo- es absolutamente necesaria la distensión política, es necesario rebajar la tensión en la vía judicial y tomando medidas respecto a las fuerzas de seguridad». Dicho esto, apeló sin mencionarlo de manera expresa a un referéndum pactado, salida por la que abogan una mayoría de catalanes y, añadió, «un número nada despreciable de españoles» (dato extraído del último sondeo de 'El Mundo').
El presidente del Gobierno, que aún confía en los nacionalistas vascos para sacar adelante las cuentas públicas de 2018, respondió con amabilidad y aseguró que estará abierto al diálogo con el nuevo Ejecutivo catalán «a partir del próximo año», pero también dejó claro que en lo fundamental, la defensa de la integridad de la soberanía nacional, no se moverá un ápice de sus posiciones. «Más importante que la distensión política es que se cumpla la ley. Un gobernante no puede decir que la Constitución no rige en su territorio», replicó.
El optimismo de Rajoy sobre el futuro, en todo caso, tiene un relativo sustento. Si se cumplen la expectativas, la participación el 21 de diciembre será la más alta de la historia de Cataluña. Un sondeo publicado el pasado domingo por 'La Vanguardia' apunta a un 81%, casi cuatro puntos por encima de las de 2015, que ya marcaron un récord. La consecuencia inmediata sería una subida de Ciudadanos y del PSC. Esquerra sería la clara ganadora y los soberanistas no lograrían mayoría absoluta. Con esas cifras, formar Gobierno no será fácil.
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