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El independentismo pisa el freno dos semanas después de declarar la república catalana

Puigdemont, que se presentará bajo Junts per Catalunya, se abre a una tercera vía y ERC admite que Cataluña no estaba lista para la secesión

CRISTIAN REINO

BARCELONA.

Martes, 14 de noviembre 2017, 00:28

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El baño de realismo que se ha dado el independentismo desde que la Cámara catalana proclamó la república el pasado 27 de octubre es directamente proporcional al nivel de desconcierto en el que se ha instalado el electorado secesionista.

Voces relevantes del nacionalismo llevan semanas pidiendo a sus líderes que digan la verdad sobre el estado de la cuestión, por dura que sea la realidad. Esquerra empezó ayer a dar respuestas incómodas. Los republicanos hicieron autocrítica y pegaron el frenazo de quien siente el peso de la responsabilidad y se ve a las puertas de tomar las riendas del Gobierno. ERC no solo admitió que Cataluña no está preparada para la independencia, extremo que ya empiezan a reconocer casi de manera generalizada todos los actores implicados en el proyecto secesionista, sino que además empezó a marcar un estilo pausado de cara al eventual gobierno que presumiblemente liderará a partir del 21-D. Se acabó lo de marcarse plazos imposibles de 18 meses, como hizo Junts pel Sí en la pasada legislatura, y puede que la expresión 'tenemos prisa' se esconda un buen tiempo en el cajón. Esquerra, que se presentará a las elecciones con Oriol Junqueras como cabeza de cartel, insiste en que su objetivo central será la «independencia y dar forma a esta república ya proclamada», pero en cambio ya no se pone fechas para cumplir los objetivos, conscientes de que las prisas no han sido buenas compañeras de viaje hacia Ítaca.

Según ERC, ni el Gobierno catalán ni el país estaban listos para desarrollar la república que el Parlamento catalán proclamó el pasado 27 de octubre. «No estábamos suficientemente preparados» para «dar continuidad política de forma sólida» a los resultados del 1-O, afirmó ayer el portavoz de ERC, Sergi Sabrià. El argumento que los secesionistas ponen sobre la mesa, pensando en clave interna, para que el desánimo no se extienda entre su parroquia, es que no fueron más allá tras declarar la independencia porque no querían hacer frente a un «Estado autoritario» que a su juicio estaba dispuesto a todo para «aplicar la violencia» y frenar el proceso.

Ponsatí y Mas

ERC reconoce lo que la exconsejera Clara Ponsatí hizo el pasado fin de semana. «El Gobierno no estaba suficientemente preparado para aplicar la independencia», declaró desde Bruselas, donde permanece junto a Carles Puigdemont. Artur Mas fue quizá el primero que empezó a echar agua al vino, días después del referéndum unilateral del 1-O, cuando admitió que Cataluña carece aún de «unas cuantas cosas» necesarias para que la «independencia» sea «real». Las palabras que han acabado de confirmar que el proceso estaba más o menos cogido con alfileres y que no buscaba más que forzar a Madrid a sentarse en una mesa de negociación han sido las que pronunció Carme Forcadell en su declaración ante el Supremo. Bien es cierto que la presidenta de la Cámara catalana buscaba evitar el ingreso en prisión, pero acató el 155 y reconoció que la proclamación de la república fue simbólica.

El frenazo lo completó ayer Carles Puigdemont, que ha organizado una estructura estable de gobierno en Bruselas, que consiste en dar entrevistas a medios de comunicación europeos casi a diario. El expresidente de la Generalitat, que encabezará la lista para las elecciones del PDeCAT, que se denominará Junts per Catalunya y que se abrirá a sectores más allá del partido, admitió ayer por primera vez una posible solución para el pleito catalán que no pase por la ruptura. «Otra solución que no sea la independencia siempre es posible. He trabajado durante treinta años para obtener otro anclaje de Cataluña en España. Hemos trabajado mucho en eso, pero la llegada al poder del señor Aznar detuvo esa senda», afirmó en el diario belga 'Le Soir'. El líder del PDeCAT, cuyo partido anunciará mañana las listas definitivas, se mostró dispuesto a aceptar «la realidad de otra relación con España» y a favor de un acuerdo con el Gobierno.

Consumado el fracaso de la lista unitaria de las fuerzas secesionistas, pues ERC y la CUP han preferido concurrir por su cuenta sin hacer de salvadores de la antigua Convergència, cada una de las opciones secesionistas empieza a diferenciarse de sus anteriores socios y busca su nicho electoral. Y acceden a reconocer fallos para que la oposición no les acuse en campaña de haber mentido a la ciudadanía durante estos últimos años, en que prometieron la independencia en 18 meses, negaron la salida de la UE y descartaron efecto alguno en la economía.

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