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EL DESPERTAR DE LA ESTRATEGIA

JOSÉ M. DE AREILZA CARVAJAL

Sábado, 2 de junio 2018, 00:41

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La nueva etapa política que se inaugura con la llegada de Pedro Sánchez a la presidencia ofrece la oportunidad a los líderes de los cuatro partidos principales de redefinir sus estrategias. En un entorno de mayor inestabilidad aparecen también nuevas posibilidades de crecimiento, si se acierta en la formulación de objetivos y se gestiona el poder o su ausencia de forma adecuada. A los dirigentes de los dos partidos nuevos el éxito del nuevo presidente les pilla con el paso cambiado. En un ciclo político que parecía cercano a su final, Ciudadanos y Podemos representaban de forma natural el cambio. Cabalgaban propulsados por la ilusión y la promesa de superar el viejo bipartidismo, con su inevitable desgaste y sus aspectos negativos, la corrupción entre ellos.

Ahora Albert Rivera competirá por el liderazgo de la oposición con el que haga cabeza en el PP. Tendrá que demostrar más paciencia y construir su alternativa con propuestas de gobierno trabajadas y el reclutamiento de los mejores en el mercado de fichajes, algo que no acaba de llegar. Pablo Iglesias seguirá intentando aumentar en visibilidad con jugadas arriesgadas, en las que siempre toma la iniciativa. Pero ha perdido la transversalidad que propugnaba Íñigo Errejón y va a competir con un presidente de gobierno que quiere ser el referente de toda la izquierda y, si le dejan, del centro.

En España vivimos en un sistema que es, de hecho, presidencialista y, a partir de ahora, la pugna será muy dura para el dirigente de la formación morada. Pedro Sánchez solo consolidará su poder para presentarse a las siguientes elecciones con posibilidades de ganarlas si desarrolla un estilo de poder híbrido, inspirado tanto en Rajoy como en Rodríguez Zapatero, dos tácticos altamente resistentes. Por un lado, como ha hecho Rajoy, deberá centrarse en ocupar el poder y no fijarse objetivos transformacionales para los que claramente no tiene apoyos políticos. En dos temas esenciales para España, la Unión Europea y la situación catalana, en los que el país se juega su futuro, el nuevo presidente de gobierno acertará si adopta un estilo transaccional, trabajando sin destruir lo conseguido hasta ahora por su predecesor, pero aumentando la robustez de su discurso. De Zapatero puede encontrar inspiración para deslindar la gestión económica, fuertemente condicionada por Bruselas, de la puesta en práctica de una política de símbolos, cuidando eso sí no crear más divisiones entre los españoles.

Una vez el PP pasa a la oposición, su travesía en el desierto no tiene por qué ser muy larga. Se abre la oportunidad de reformar a fondo el partido, incluso refundarlo, vender su sede principal y trabajar en una formulación ideológica explícita y atractiva para el centro-derecha. También para invitar a Ciudadanos a una futura coalición electoral en la que coincidirían en los grandes temas, se sumen o no los naranjas, con el objetivo de fijarlo como socio junior. El presidente De Gaulle decía que lo que más le atraía del poder era las tormentas. En su caso podía permitirse la hipérbole, porque siempre estaba revisando su estrategia.

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