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CAPACIDAD DE MOVILIZACIÓN

El aspecto positivo de la jornada es que la manifestación ha discurrido sin incidentes. Las bravuconadas de algunos exaltados se quedaron solo en eso

DIEGO CARCEDO

Martes, 12 de septiembre 2017, 00:32

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Los independentistas catalanes han ofrecido una exhibición de fuerza disgregadora en las calles aprovechando la fiesta, que debería haber sido de todos, de la Diada. Bien es verdad que era lo previsto y esperado. Varios centenares de miles de personas -según las primeras estimaciones oficiales un millón-, llegados en su mayor parte en autobuses de las cuatro provincias, llenaron las calles céntricas de Barcelona. Fue, al margen de las cifras de participantes que se manejen, una prueba extrema de capacidad de movilización de cara al referéndum ilegal convocado para el primero de octubre.

El aspecto positivo de la jornada es que la manifestación ha discurrido sin incidentes graves. Las bravuconadas de algunos exaltados se escucharon con frecuencia pero no se registraron actos violentos. Bien es verdad que todos compartían el mismo objetivo. Por lo demás, lo ya sabido: los secesionistas, que lideran Puigdemont, Forcadell, Junqueras y los que desean volar todo el sistema -no sólo la proclamación de la República- de la CUP, que estos días pasados pisotearon en el Parlamento catalán la Constitución, las leyes y la democracia, ayer materizalizaron un paso más en su reto a la convivencia y al derecho a las diferencias.

Propugnan el derecho a decidir pero lo primero que han hecho ha sido monopolizar el derecho a pensar y festejar. Hasta se han apropiado de la participación en algo tan elemental y propiedad de todos como es compartir la celebración de su propia fiesta tradicional. No es nuevo, pero este año la Diada aún fue más excluyente de cuantos no compartan la exigencia de la independencia o de un referéndum para conseguirla. Probablemente muchos catalanes -según se desprende de los resultados de las ¡47 votaciones! en que han participado en los últimos cuarenta años- se habrán sentidodiscriminados, despreciados y hasta agredidos en su condición.

Continuamente se escriben y escuchan análisis sobre los efectos que tendría la independencia de Cataluña en la economía. Hay muchos argumentos en este campo que la descartan por perjudicial para el bienestar, pero quizás lo peor de esta pretensión y de la forma en que está siendo planteada y unilateralmente ejecutada, es el daño que está causando a la sociedad catalana. En la Diada se ha visto con claridad: una parte de la población enarbolando esteladas se adueñó de una tradición de todos intimidando a la otra parte a quedarse marginados y amenazados.

Para los promotores del referéndum era fundamental que la Diada se convirtiese en una exhibición de fuerza, que las cámaras mostrasen las calles abarrotadas, en unos días en que las medidas que se están empezando a aplicar para frenar y penalizar el atropello están consiguiendo su efecto. El bochornoso espectáculo ofrecido por los diputados soberanistas intentando aprobar sus propias leyes para poder actuar con impunidad seguramente habrá hecho mella en bastantes conciencias. La situación ya cansa y mientras causa daños que habrá que sufrir y sufragar entre todos.

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