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CAMBIA EL VIENTO

Con el desgarro social y el desgaste emocional de la sociedad catalana hay que ser muy bonzo para seguir adelante

JUAN CARLOS VILORIA

Miércoles, 25 de octubre 2017, 00:56

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En política un día puede ser una semana y una semana puede ser una eternidad. El viento cambia con rapidez de calma chicha a fuerza cuatro. Y lo que hace unas horas era una rendición ahora puede ser una salida airosa. Si el lunes las elecciones anticipadas en Cataluña «no estaban sobre la mesa» como aseguró el portavoz del Govern, veinticuatro horas después la situación apuntaba justamente lo contrario. Si el president de la Generalitat estaba enrocado en el palacio de San Jaume a punto de proclamar la República catalana ahora pide la vez para acudir al Senado (cámara territorial del Parlamento español) para explicarse.

El 'Titánic' del procés va virando lentamente de su rumbo de colisión con el estado tratando de evitar el iceberg del artículo 155. Pero al igual que un gran crucero al proceso soberanista puesto en marcha desde hace cinco años y con sus bodegas cargadas del lastre propagandístico, identitario, victimista, le resultará extremadamente complicado modificar su inercia y variar el rumbo. Los hechos concretos (minuto y resultado) dentro de lo que cabe deducir a través de la opacidad de los dirigentes independentistas, es que Carles Puigdemont está preparando una comparecencia en la Cámara alta y que la convocatoria de elecciones como cortafuegos a la aplicación del 155 y la intervención de la autonomía catalana es cada vez una variable más plausible. Hasta un aventurero como el president se ha percatado de que está en un callejón con pocas salidas con la estampida de las empresas en todas direcciones, la severa admonición de las instituciones europeas y la unidad de los partidos constitucionalistas respaldando al gobierno de Mariano Rajoy. Si, además, añadimos el desgarro social y el desgaste emocional de la sociedad catalana, hay que ser muy bonzo para seguir adelante.

Otra cosa es la estrategia que pueda estar maquinando el laboratorio de trampas, desacatos y engaños, que trabaja para el soberanismo. No debiera tentar mucho más a la suerte. La única salida es abortar el 'procés' y buscar las fórmulas de minimizar los daños ya causados y evitar empeorar la situación. No se puede borrar como si no hubiese ocurrido una vulneración masiva de las obligaciones legales atentando gravemente contra el interés general del estado por parte del gobierno secesionista y el Parlament a su servicio. Esa factura también está sobre la mesa en forma de 155.

La lógica legal y judicial conduce a un cese de sus directos responsables. Aunque la volatilidad de la situación invita a esperar el contenido de la intervención del President Puigdemont en el Senado. Todavía están a tiempo de evitar romper toda la vajilla. Pero la gravedad de los hechos también aconseja al Gobierno actuar con guante de seda y mano de hierro.

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