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Ginés Marín manejó mal los aceros en La Ribera. :: juan marín
TARDE DE SILENCIOS

TARDE DE SILENCIOS

MI PUNTO DE VISTA - JUAN CRUZ GASTÓN

Sábado, 30 de septiembre 2017, 00:11

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Tengo valor para titular la tarde como de silencio con lo bullangueras que son las bandas de las peñas, que no nos permiten escuchar los aplausos si los hay. No hay manera. Sin que las mulillas enganchen al toro para arrastrarlo ya están las trompetas y tambores sonando en varias partes de la plaza con ruidos estruendosos. Yo creo que el público agradecería un par de minutos de cortesía para ver como se comporta el respetable, porque se da la paradoja de que tras finiquitar Joselito Adame a su primer toro, después que hubiera una petición de oreja minoritaria, lo lógico es que se hubiera escuchado una ovación y el torero tendría la posibilidad de saludar y, si el público insistía en los aplausos, dar la vuelta al ruedo. No sé, lo mismo digo una tontería, pero considerando que la acústica en el coso de La Ribera es fuerte, un par de minutos silenciosos de los jóvenes peñistas nos vendrían bien a los aficionados. Es una simple sugerencia.

El reglamento taurino vigente versa sobre la edad del toro de lidia. Ayer hubo tres, primero, tercero y quinto -éste devuelto a los corrales- que se podían haber lidiado como novillos o como toros. La opción ya la saben, fueron toros por nacer el mes que puede ambas cosas. Vamos mejorando, pero el reglamento es el reglamento y la autoridad no puede poner pegas a su lidia como toros. La corrida salió como salió, unos terciados y otros con más cuajo en cuanto a la romana. Pecata minuta sería si los terciados, los novillos-toros, hubieran sacado temperamento, bravura. Seguro que no hubieran sido pitados ninguno si su acometividad hubiera sido manifiesta, peo no fue así. Casi todos descastados, la mayoría, porque salvaría con reparos al cuarto de la tarde de 592 kilos y que metió bien la cabeza en el capote de Joselito Adame, que empujó metiendo los riñones en la primera vara luciéndose Oscar Bernal y un picotazo en el segundo encuentro con el caballo. Llegó el segundo tercio, el de las banderillas y va y espera en el primer par y en los dos siguientes desconcertándome. Llegó el tercer tercio, el de la muerte, y no vean ustedes como metía la cabeza en la muleta del torero mejicano. Humillando y desplazándose hasta donde le mandaba el diestro. Así hasta mediada la faena de muleta. De pronto el toro cambió la partitura y le tocó salirse de las suertes hacia los adentros, Adame se fue al que podía ser su terreno y lo sacaba si problemas otra vez a los medios. No sé si sería por aburrimiento, del toro, o porque tenía tendencias. Después de una fallida estocada, trasera y caída se fue solito a echarse a las tablas. El toro fue aplaudido en el arrastre y no me pareció nada mal. Bueno, pues que esas cosas pasan sin que un servidor adivine las causas. Ya saben, doctores tiene la tauromaquia que podrán descifrarlo.

Lo de Joselito Adame creo que está explicado. Más o menos, los otros dos espadas, el salmantino Juan Del Alamo, al que hemos visto varias tardes buenas y muy buenas, no pareció el mismo. A la salida un aficionado que tiene muy cerca del coso un pequeño museo taurino, me comentó con una frase la sentencia de la corrida: «Vaya tarde». «Sí», le contesté, pero cuando no hay toro no es posible que haya toreros. Del Alamo le echó ganas toda la tarde y estuvo correcto, con el defecto de no conseguir ese punto de temple que otras veces se lo hemos visto, pero vuelvo a lo mismo, su lote fue muy deslucido y el chico se estrelló con el flojo y descastado segundo y más de lo mismo en el quinto, sobrero del mismo hierro, además mató francamente mal a sus dos deslucidos toros.

Tenían que tocar a Logroño tres animales que lo mismo se podían haber lidiado como toros que como novillos. No deja de resultar curioso

Las esperanzas, principalmente, creo yo, estaban puestas antes de comenzar la corrida en el joven Ginés Marín. Su primero, de embestida similar al cuarto de los seis, le valió el reconocimiento del público. Vimos templar y llevarlo toreado en series por los dos pitones. Descastado y deslucido pero con el público a favor, pero con la espada falló con estocada trasera y baja y varios descabellos. El que cerró plaza no valía un real de los del agujerito. Estuvo por encima del morlaco. Volvió a fallar con la tizona, varios pinchazos y estocada caída. En ambos escuchó sendos avisos y silencios finales. Cuando los toros carecen de casta brava, cuando las fuerzas no les acompañan, no es que sea difícil hacer el toreo, es que es imposible. Se medio salvó el lote de Joselito Adame; del resto mejor echar un tupido velo y decir como en la película de Casa Blanca. Nos queda París, perdón, nos queda la esperanza de la corrida que cierra la feria matea, la de Victorino Martín.

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