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Nil Moliner insufla aire festivo en San Mateo
El cantante catalán triunfó en la Plaza del Ayuntamiento con un concierto divertido y lleno de ritmo
Venía Nil con ganas de comerse Logroño. A la hora del vermut su banda se había dejado ver por La Laurel, se echaron una siesta y luego salieron a tocar. Pero él no. Sin siesta subió al escenario a demostrar lo que vale. Y lo hizo con creces. Triunfó.
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Ya se barruntaba que el catalán y su banda iba a dar espectáculo. Minutos antes se les oía en el backstage darse ánimos con un coro de palmas y gritos de ilusión. Normal que cuando a las diez y media aparecieran en el escenario cantando 'Hijos de la Tierra' aquello se convirtiera en una pura fiesta muy coordinada y organizada.
Los siete músicos y Nil no pararon de saltar, moverse en el escenario con una soltura de bandas que llevan años en los escenarios. Todos jovencitos, todos entusiasmados . Todos con el mismo look de camiseta, pantalón corto, zapatillas y calcetines blancos largos. Todavía estamos en verano. Hasta hoy.
Y el público respondió. Como si estuviera de pie. Porque las sillas parecía que tenían un resorte. A diferencia del día anterior con Hombres G, el público se hizo notar desde la primera canción con palmas, móviles al aire y complicidad con el cantante. Una auténtica fiesta respetando las normas COVID. Quizá el tiempo también se puso a su favor. O quizá de pronto parecía la última fiesta de un verano que se acaba.
Nil cantó sus 'éxitos'. Lo hizo con soltura. Con una forma de bailar muy peculiar y divertida interpretaba sus canciones llenas de ritmo. Y sus siete músicos le acompañaban sabiendo en cada momento qué lugar ocupar, qué gestó poner y sobre todo, qué nota tocar. No hubo ningún desafine. Se les veía felices con ganas de demostrar que su sueño se ha cumplido.
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«Gracias Logroño por estar ahí, a toda esa gente que está en las sillas sentados, a los que no han podido entrar y disfrutan a su modo en el exterior», comentaba Nil entre canción y canción. Dio las gracias varias veces. Y no sólo al público, también a su equipo, a sus managers, a la organización, a los sanitarios y si se hubiera dado cuenta de que en primera fila estaban los vendimiadores, pues también les hubiera caído un saludo. Pero llegaron con el concierto empezado, ya se sabe, cosas de los compromisos mateos. Eso sí disfrutaron como todo el mundo.
Incluso cuando el concierto se puso más íntimo y paró el ritmo de pachanga con varias canciones lentas dedicadas a a la soledad, a la emigración... Se puso algo intenso de más. Pero el público se lo perdonaba todo. Y disfrutaba cantando las canciones sorprendiendo incluso al propio cantante.
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Como cuando sonó su canción 'Libertad' tema central de la Vuelta de este año. Ahí el ritmo volvió a crecer y las linternas de los móviles a ser los faros del concierto. Llegó incluso atreverse con una ola de manos que llegó a poner nervioso a algún organizador. Levantarse de la silla. ¡No!.
Con los bises la cosa se puso interesante. Tras interpretar su otro gran éxito 'Soldadito' en acústico de manera pulcra se atrevió con una canción en catalán sin quitarse la gorra. «Estoy contento de cantar en mi lengua y demostrar que en Logroño no se politiza con los idiomas». Hubo algún leve murmullo. Más de sopera que de otra cosa. Y fue el único momento en el que la plaza estuvo en silencio. Quizá por la sopera, quizá por escucharle y tratar de entenderle porque cuando acabó el aplauso fue unánime.
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A eso de las doce de la noche. Media hora antes que los Hombres G y con un solo disco cerró el concierto con ' Bailando'. Ahí la fiesta se desbordó y el público ya no aguantó más. Se levantó de las silla para darles las gracias tantas veces como ellos lo habían hecho. Bailando y haciendo temer a los organizadores. Porque cuando se dieron las luces y sonaba en los altavoces un tema de Nil la gente se empezó a juntar como si de un concierto normal se tratase. Y claro, tuvieron que parar la música para despejar la Plaza. Que la gente tenía ganas de seguir. De despedir un gran concierto sin pretensiones.
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