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Pablo Hermoso de Mendoza, en una banderilla corta a lomos de 'Gaiato', ante el toro al que deseorejó ayer en La Ribera. :: justo rodríguez
Hermoso toca el cielo de San Mateo

Hermoso toca el cielo de San Mateo

Guillermo Hermoso de Mendoza rayó a gran altura pero perdió los trofeos por la espada ante una gran corrida de Ángel Sánchez y Sánchez Pablo Hermoso de Mendoza y Lea Vicens salen por la puerta grande en la última de la Feria de San Mateo

PABLO GARCÍA MANCHA

LOGROÑO.

Domingo, 30 de septiembre 2018, 00:34

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Pablo Hermoso de Mendoza dejó ayer sobre el albero de La Ribera una verdadera obra de arte. A muchos de los miles de espectadores que se volvieron a citar por tercer día consecutivo en el coso logroñés quizás le pilló de improviso porque fue en el primero de la tarde, un toro llamado 'Botinero', badanundo en Murube clásico, con su quilla como la de un carguero, con sus manos cortas y finas y su mirada fija en los caballos del jinete estellés desde que desembarcó en la candente desde el túnel de chiqueros. El toro derrochó un temple exquisito, una embestida que parecía sostenerse de forma casi ingrávida y que le dio opción al centauro estellés para dibujar el toreo de una forma sencillamente única, con su elegancia proverbial; una danza en el filo del toro sin un solo desajuste. El toreo le fluyó ayer a Pablo sin el más mínimo ademán innecesario, sin ningún recurso que no tuviera radicalmente que ver con la pureza del arte de Marialva.

Ya comenzó toreando de salida a lomos de 'Manizales'; en redondo, apoyándose en los posteriores y como si lo detuviera imantándolo en su grupa con las manos delanteras del caballo soportando el peso en un imaginario compás. Un solitario rejón -ésa fue la tónica de la tarde- y con el negro 'Berlín' comenzó a torearlo de costado a dos pistas, por momentos mirando al tendido con la rienda suave como si estuviera tocando el violín. Parecían flotar los tres como si fueran una escultura en movimiento, como un asombro, algo parecido a la pefección. Tres banderillas y galope con el toro al estribo del jinete en una vuelta completa al anillo. Todo temple, un ejercicio íntimo del torero navarro en pos de la donosura. La maestría absoluta debe de ser algo parecido a lo que vimos ayer en Logroño merced a la perfecta conjunción de la bravura de un toro y el crepitar sosegado del mejor y más longevo torero a caballo de la historia.

El rejonazo cayó trasero y lo ejecutó en dos tiempos. Pero la obra estaba consumada y Logroño le pidió dos orejas que Pablo celebró con intensidad pero en ese tono suyo de absoluta elegancia. Faenón que merecía la puerta grande.

PARA EL RECUERDOLa excelente corrida de Ángel Sánchez y Sánchez, y los 7.000 espectadores que se citaron en la plazaPARA EL OLVIDOLos pitos a los banderilleros al cambiar el caballo. Es una moda ridícula que enturbia y que deshonra su cometido

Y a ese sino del triunfo también se aupó Lea Vicens tras una gran actuación ante el quinto de la tarde, 'Zapatero', el otro ejemplar de extraordinaria nota de la buenísima corrida de Ángel Sánchez y Sánchez. Un toro de una calidad soberbia, de un compás que compitió con el primero en nobleza y ritmo. Y la debutante amazona lo bordó a lomos de 'Gacela', una montura castaña que dio una dimensión excepcional porque todo lo que hizo frente al toro lo sublimó en tono de belleza. Lea sorprendió al público porque no era ninguna convidada de piedra, porque reclamó su sitio ante la afición con una cuadra completa y con una inteligencia lidiadora que la han situado en la cima del escalafón. Grandioso tercio de banderillas coronado al final con un rejón fulminante. Dos orejas pedidas por aclamación del público.

Y Guillermo, que también debutaba en Logroño, se fue a pie porque marró con la espada una excelente faena al primero de sus novillos, 'Aldeano', un ejemplar incansable que no paró de embestir. Y Guillermo tiró de recursos, de raza y de talento desde los primeros giros a lomos de 'Churumay'. No era nada fácil porque el utrero arreaba de lo lindo y porque el joven navarro le ofreció pelea cara a cara primero con 'Brindis' y después con 'Disparate', con el que se lució por hermosinas en dos banderillas con sus prolegómenos de toreo caro a dos pistas alrededor del anillo del coso. Falló con los aceros y perdió la oreja que le hubiera posibilitado acompañar a hombros a su padre y la rejoneadora gala. Con el sexto, el más dificultoso del encierro, le costó más acoplarse a una embestida que requería un oficio que todavía no tiene. Pero llegará.

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