Pasando lista a riojanos y bernabeos

Eso sí, sin multitudes excesivas ni agobios, pueden disfrutarlo más cómodamente los valientes que han quedado para defender la ciudad del asedio francés y del tedio cotidiano. Junto a las brigadas internacionales de turistas voluntarios, con tal de dejar el pabellón bien alto, poner una pica en el Revellín y honrar al patrón con los honores debidos, están dispuestos a la doble heroicidad de dar cumplimiento al programa de actos oficial y al extraoficial.

Renacentistas y contemporáneos, propios y extraños, niños y mayores comparten así las calles de la muy noble y muy leal, que luce engalanada y bulliciosa como hace quinientos años desde el arco del Ayuntamiento viejo hasta la puerta de Carlos V. Abierta de para en par.

En los balcones del Ateneo se preparaba a mediodía el Reloj de San Bernabé que sonaría a medianoche y también hoy y mañana, pero no el día 11, como lamentan sus actores. Además, unas fiestas tan teatrales, encuentran siempre en danza a los miembros de la compañía Sapo, a los voluntarios de las recreaciones, a los artistas callejeros y hasta a las estatuas vivientes que plantan su gorra ante la Redonda, familia Simpson incluida.

Los juegos tradicionales en la plaza del Mercado y el mercado medieval son visitas obligadas del casco histórico, lo mismo con puestos de las artesanías más diversas que con demostraciones de cetrería. Y para matar el hambre, las viandas de Barriocepo, cerdo a la brasa incluido.

Así, entre desfiles de tropas, combates incruentos, ríos de vino y generosas degustaciones, resiste Logroño en su sitio de siempre. Una interesante maqueta de la villa amurallada es una sencilla atracción que atrae a muchos curiosos entre asalto y asalto de los simpáticos gabachos. Como ocurre, aunque por distintos motivos, con el espectáculo cabaretero 'The Hole', que hoy llega a su quinto y último día en el Teatro Bretón.

En fin, motivos sobran a esta orilla del Ebro para que se mueran de envidia los que prefirieron la playa.