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Ambiente de la Feria de las Naciones en El Espolón logroñés. SADÉ VISUAL

Festival de las Naciones: gastronomía global y talento local

El evento ha convencido y se espera su vuelta el verano próximo, pero con algunas mejoras, como su duración

A. Fernández de Arcaya

Jueves, 10 de julio 2025

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Hace 33 años que el grupo de Eventos y Proyectos Iberoamericanos se hizo un hueco en la Expo Universal de Sevilla para celebrar la solidaridad entre culturas. Ante la buena acogida del proyecto, el Festival de las Naciones comenzó en 1993 un largo recorrido por España: Santander, Valencia, Sevilla, Málaga, Vitoria-Gasteiz... Más de veinticinco ciudades han sido sede de sus 150 ediciones hasta aterrizar en Logroño con un éxito sorprendente.

En una semana, la feria ha convencido y ha convertido el paseo del Espolón en un lugar de evocación cultural y gastronómica a cualquier parte del mundo. Las posibilidades son infinitas y para todos los gustos. Hay quien comienza con los dolmades griegos como entrante, quien va a lo seguro con el choripán argentino, los que apuestan por el 'plato del Nilo' de Sudáfrica y a los que su paladar dulce les pide un buen crepe francés.

Los logroñeses lo tienen claro y esperan que el evento se repita. Ana y su hija Eva forman parte de las atrevidas que más lejos han ido en su viaje gastronómico. Admiten que se encontraron el festival en un paseo por el centro de la ciudad y no pudieron perderse la ocasión de probar la carne de cocodrilo. Tampoco sabía de la existencia del evento un grupo de chicas de 22 años. «Nos hubiera gustado que durase más porque muchos nos acabamos de enterar hoy y se acaba en tres días», confiesan. Aún así, aseguran que estas iniciativas diferentes sientan bien a la ciudad y animan a salir de la zona de confort.

Jorge, Hostelero

«Normalmente a Sudáfrica le cuesta. Acá, los habitantes son más curiosos, tienen más coraje»

David Schuber, artista

«Se agradece que se den este tipo de oportunidades a los grupos locales»

También los turistas participan de la alegría que motiva la multiculturalidad. Algunos son santiagueros de paso, aprovechando para hacer una cena «como en casa». Otros, extranjeros, como Andreas, alemán de visita en Logroño tras perder la oportunidad cuando estudió en Soria de joven. Aunque ha preferido «disfrutar de la comida local», aplaude la actuación del flamenco Carlos Pérez.

David Schuber es uno de los artistas que se han subido al escenario del Festival de las Naciones, porque no todo es comida estos días en El Espolón. Cada noche la Concha se ha convertido en el centro neurálgico del evento con actuaciones de lo más variadas. Para el músico logroñés se trata de un «escaparate» y agradece que «se tenga en cuenta a los grupos locales para estas cosas tan grandes, sobre todo a los que estamos empezando».

Una acogida sorprendente

Los negocios que conforman el certamen, hosteleros a la cabeza, elogian la receptividad del público riojano. La mayoría de ellos llevan más de una década de viaje con la multicultural caravana, con un éxito enorme en ciudades 'estrella' como Sevilla o Santander, donde esta apuesta funciona desde sus inicios.

Pero al llegar a Logroño, la actitud de sus ciudadanos y turistas ha sido una grata sorpresa para vendedores como Jorge, gerente de la caseta de Sudáfrica. «Normalmente a Sudáfrica le cuesta bastante en otras ciudades del norte. Acá ha tenido una aceptación muy buena, se ve que los habitantes son más curiosos y abiertos de mente. Digamos que tienen más coraje, sobre todo los niños».

La madre de Daniel lleva treinta años en el Festival de las Naciones ofreciendo platos típicos de Perú. Él se ha unido hace cinco, y ambos corroboran la simpatía y jovialidad de la gente.

Para la primera vez en la capital riojana se ha apostado por un formato de menos de dos semanas, una duración limitada en comparación a los veinte o treinta días habituales. «Al principio ha costado, la gente tarda en enterarse y empezamos a vender tarde. Trece días se quedan escasos», explica Miguel, dueño de un puesto de productos cántabros. Su opinión la comparten muchos comerciantes. Son altos los costes de desplazamiento e instalación y hacen falta días para adaptarse a la nueva ciudad, sacar beneficios no es inmediato. Todos volverían el año que viene si les deja el Ayuntamiento, pero esperan que se anime a alargar el festival.

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