Para erradicar los estigmas de las aulas

Hemos construido en clase cajas que son monstruos imaginarios para que se coman las etiquetas», cuenta Aitana con expresión grave. También su compañera Celia, de 5º de Primaria del colegio Paula Montal, se suma a la respuesta y la precisa con el semblante serio: «Sí, para que no haya etiquetas entre los niños». Estas dos alumnas y otros ochocientos estudiantes de Primaria de diez centros de Logroño participaron este martes en un encuentro a caballo entre lo lúdico, lo teatral y lo educativo dentro del proyecto 'Gradúate en Convivencia', promovido por la Estrategia Logroño Intercultural, para celebrar el Día Escolar de la No Violencia y la Paz.

En esta ocasión, los centros han dedicado el primer trimestre a trabajar la propuesta 'Al cole sin etiquetas', que busca evitar estereotipos y prejuicios y fomentar que se valore la riqueza de la diversidad. «Las etiquetas son malas, hacen daño», vuelve a intervenir Aitana, en referencia a los insultos, motes burlescos o apelativos malsonantes que a diario se topan los escolares en el ámbito educativo.

Tampoco dudan Elsa y Celia, alumnas de 4º de Primaria de Escolapios, que anuncian ufanas que las etiquetas no son positivas «porque nos separan». Lo entienden a la primera, no necesitan oír muchas veces lo que viven a diario en las aulas. De ahí, que el proyecto vuelque esas emociones tóxicas que despiertan las etiquetas, los estigmas, para darles un giro completo. Para tornar el enfado, la tristeza o la desesperación en carcajadas. Y en aprendizaje.

En ello se esmeraron los actores de Improviso, un dúo de peculiares científicos que ayer hicieron enloquecer a los estudiantes cuando escogían un 'monstruo come etiquetas' antes que otro.

En los coloridos estómagos de las pavorosas criaturas descansaban los papelitos garabateados con las etiquetas negativas, los desagradables marcadores que entre ellos se arrojan cuando el profesor no les oye. «El calvo y el 'grasioso'», leyó uno de los protagonistas para deleite del entregado público. «Tres ojos y gordo machincha», vociferó el otro, y el auditorio casi se vino abajo. Tras las carcajadas iniciales, la reposada atención sin pestañeo de los cientos de alumnos hacia las historias que, en apenas segundos, inventaron los científicos antes de la traca final.

Fue el alcalde de Logroño, Conrado Escobar, quien se animó a culminar el proceso de la erradicación de los prejuicios escritos. «Todos somos diferentes pero sin etiquetas», proclamó en pro de una diversidad respetuosa. «Hoy concluimos un trabajo que habéis desarrollado para desetiquetar al compañero que tenemos al lado y saber apreciar todo lo que nos une: ser persona, convivir, cada uno con sus particularidades, con sus diferencias y siempre desde el respeto. Hoy damos un paso enorme en favor de la convivencia», remarcó antes de apretar el gran botón rojo. «¡Clinc», atronó la máquina central. Y las etiquetas se desintegraron por arte de magia.