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Sábado, 30 de diciembre 2017, 13:41
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Hasta quien jamás traspasó su estrecho umbral y descendió sus peldaños sentirá dolor al pasar por Muro del Carmeny ver la persiana de 'Paracuellos' bajada. Este domingo se despide de los logroñeses y de muchos riojanos un testigo único de la historia reciente de España, de La Rioja y de su capital.
Ha llegado la hora del último cierre y de sus paredes desaparecerá poco a poco el aroma a papel y tinta que ha impregnado esa acera desde que el local acogiese en los años 30 una pequeña imprenta donde se tiraba 'Mundo Obrero' y, tras la Guerra Civil, el punto de venta de prensa abierto por la familia Paracuellos. El negocio fue traspasado por estos en 1972 a Pedro Uruñuela, quien en 1984 lo cedió a su hija y su yerno, Pablo Barquín, alma del negocio en los últimos casi 34 años.
«Muchos clientes me decían '¿Cómo nos vas a dejar?' Pero llega un momento que, aunque te da pena, tienes que decidirte y tomar una decisión porque han sido muchos años y miles y miles de horas tras el mostrador abriendo cada día a las 7 de la mañana», explica Pablo, que recuerda a su clientela fiel que a partir del 2 de enero, el local de al lado, el negocio de panadería del número 3, tomará su relevo en la venta de Diario LA RIOJA y el resto de periódicos y revistas.
El traspaso del negocio ha sido imposible: «La sociedad está cambiando y no hay esa mentalidad de sacrificio, este negocio está en una situación muy delicada, hay que pagar un alquiler y los autónomos... No da para que viva una familia y para uno solo es demasiado porque exige dedicación plena porque tienes que abrir 362 días al año», confiesa Pablo Barquín, que ha mantenido con fidelidad la esencia del negocio que heredó: «Este fue el primer quiosco en el que se empezó a vender en La Rioja prensa extranjera, desde primeros de los años 70, y lo hemos mantenido hasta ahora, aunque ya, con Internet, no se vendía nada. Me he mantenido fiel al prestigio del negocio y, en vez de diversificar, insistí en la especialización, con revistas extranjeras muy especializadas y otras nacionales muy concretas: de arquitectura, diseño, moda... Publicaciones caras y destinadas a un público muy concreto y muy fiel».
En estos más de 33 años Pablo Barquín ha visto crecer a muchos niños que hoy todavía le visitan y a ser «confesor y psicólogo de quienes venían a desahogarse y a contar sus penas y alegrías». Miles de informaciones y primeras páginas, millones de comentarios, horas de análisis y debates sobre buenas y malas noticias... De éstas Pablo se queda con dos: el ascenso del Logroñés a primera, el 14 de junio de 1987; y la bomba de ETA en la Gran Vía, el 10 de junio del 2001. Esa persiana cerrada va a doler, y mucho.
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