Tengo una tienda | El Carrusel

Cuando comprar es una auténtica fiesta

Tal vez usted necesite un traje de Spiderman o un hábito de monja, un bigote postizo o una peluca de Cruella de Vil, por qué no un sombrero cordobés o quizá un martillo con estaca para matar vampiros. ¿Y dónde conseguir todo eso a estas alturas del año? Muy fácil: en la tienda El Carrusel de Logroño. Un clásico de la ambientación festiva.

El Carrusel abrió en 1994 derivado de la dedicación del padre de Rubén García como mayorista de juguetes. «A raíz de la apertura de Alcampo empezaron a desaparecer muchas jugueterías y aquello decayó. Como para entonces ya teníamos artículos de fiesta, vimos que por ahí podíamos escapar un poco», recuerda Rubén García. En principio combinaron la venta de juguetes con artículos de fiesta. «Entonces empezaron a funcionar las despedidas de soltero y fuimos la tienda pionera, aquí en Logroño, en traer artículos relacionados», subraya Rubén.

Como también se han dedicado a la venta de trajes y zapatos de baile, a lo que destinan buena parte del espacio de la tienda, llegaron a abrir otro local en la calle Labradores, pero que cerraron hace cinco años. Puede parecer que El Carrusel es una tienda que vive de la ebullición de Navidad, Carnaval y Halloween, pero no, en realidad tiene actividad todo el año. «Antes las campañas eran muy concentradas por Carnaval y fin de año, pero entre las despedidas, Halloween y que en verano ya todos los pueblos tienen noche temática, vamos completando todo el año», describe Rubén. Además, cuentan con adornos de cumpleaños, como globos que hinchan con helio. «Todo lo que tenga que ver con fiesta, lo tocamos. Y, sobre todo, trabajamos muchísimo el maquillaje específico, profesional», asegura el responsable de El Carrusel.

Este año en Halloween se llevaron las monjas y la familia Adams, pero para Nochevieja no hay una moda clara: piratas, mosqueteros, Guardia Civil, animales... Incluso de Papá Noel y de Reyes Magos hay trajes. Pero conviene acudir con una idea más o menos clara. «Si es un grupo, es más difícil asesorar que si es uno solo o una pareja. Una cuadrilla de ocho o diez es difícil que se pongan de acuerdo. Y ojo, que aquí ha habido trifulquillas», sonríe Rubén recordando la anécdota.