José Luis Blanco hijo, con su padre José Luis y con su madre, Josefa, en la barra de El Pilar. Miguel Peche
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El negocio se trabaja en familia

Cocina casera y constancia | José Luis Blanco regenta el bar que fundaron sus padres hace más de 31 años en Club Deportivo

Nuria Alonso

Logroño

Lunes, 27 de octubre 2025, 07:14

José Luis Blanco siente El Pilar como una parte más de su familia, de su vida. De hecho, hasta el nombre del local está profundamente ... enraizado en sus vivencias: el bar comparte nombre con su hija, en honor a la Virgen a la que Josefa, su mujer y compañera vital y laboral, le profesaba mucha fe y en la que se apoyó cuando las cosas se torcieron tras nacer la pequeña. Salir adelante afianzó la fe de Josefa y marcó el nombre del local y de su hija recién nacida.

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En datos

  • Dirección Avenida Club Deportivo, 34.

  • Horario A diario, entre las 6 horas y las medianoche.

  • Precios Un café con leche, 1,5 euros; 2,2 euros el pincho de tortilla; 2,2 euros la caña; y el menú del día cuesta 17 euros.

Él lo abrió, junto a su mujer, Josefa, hace más de 31 años (el 9 de septiembre cumple su aniversario) y continúa regentado por José Luis Blanco, aunque esta vez sea otro, su hijo, que jamás ha querido separarse del que es y sigue siendo el negocio familiar.

Orígenes diversos

No procedían los fundadores del establecimiento del sector de la hostelería originariamente. En absoluto. Él se dedicaba al transporte de mercancías;ella, a la peluquería. Ese cambio del peine al plato que dice Josefa fue algo casi natural: a ella siempre le ha gustado (y se le ha dado bien) guisar y un amigo hostelero les animó porque no había ningún local de esas características en Club Deportivo; tanto les insistió que se lanzaron. «En aquel entonces –rememora su fundador– no había nada aquí, este edificio era de los últimos y enfrente se ubicaban (hasta junio de 2003) las barracas de la feria. Bien se acuerda Josefa de aquellos nueve años que la feria fue vecina de El Pilar: «Entonces no cerrábamos más que para fregar un rato: trabajábamos a destajo aquellos días». Incluso hay feriantes de antaño que retornan a El Pilar a llevarse emparedados, una de sus señas de identidad más reconocibles.

Aprendizajes vitales

José Luis y Josefa han pasado juntos por mucho, problemas de salud incluidos, pero de todo han extraído aprendizajes para la vida. En su negocio también. Admite José Luis que la hostelería es un mundo difícil porque hay que atender a la clientela para que esté contenta y eso requiere paciencia a raudales. Lo de los horarios no ha supuesto conflicto en esta pareja: «A mí me ha gustado madrugar y por eso yo abría y él cerraba», explica Josefa. Sin embargo, también eso ha cambiado ya, pues después de la pandemia su hijo José Luis se hizo cargo del local y ha ido incorporando su toque personal aunque sin perder el espíritu del que le dotó su padre: «Lo hemos llevado siempre nosotros, me daba mucha pena que lo llevara otra gente porque mis hermanos se dedican a otra cosa y me animé a quedármelo».

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Con esencia familiar

. El carácter familiar es la marca de la casa de El Pilar. Aunque sea José Luis hijo el que ahora gestione el bar, toda la familia ha contribuido a echar una mano cuando hacía falta, precisan los fundadores. No en vano, su domicilio está justo encima del bar, con lo cual se hace inevitable: «Muchas veces bajamos a comer con nuestro hijo o si vamos a tomar café, ¿dónde vamos a ir, a la competencia? Es que esto ha sido una piña siempre», aclara Josefa. «En realidad este es el bar más conocido de la zona porque lleva muchos años; otros han ido abriendo y cerrando, pero este nunca ha cerrado», continúa José Luis, que remarca que ni de vacaciones se han ido, salvo cuando toca pintar o renovar el local. Confiesan ambos que, una vez han soltado las riendas del negocio, lo echan de menos, porque se ha convertido en su forma de vida.

En cuando a los cambios que ha ido percibiendo en estas tres décadas de actividad, Josefa señala que ella aprecia que el negocio ha evolucionado mucho en sus treinta años de existencia: «Antes no se comía tanto en los bares, no había para tantas cosas; había una barra de pinchos pero no se daban comidas como tal», asegura mencionando que es un aspecto que ha incorporado José Luis hijo al día a día de El Pilar.

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Acuario encastrado

El local se somete a tareas de renovación, repintado y actualización decorativa cada aproximadamente diez años, pero hay aspectos que no varían desde su apertura. Uno de ellos atañe a unos fieles 'clientes' que llevan toda la vida de El Pilar acompañando a los Blanco. Callados como pocos y sin mayores exigencias que tener agua limpia y comida a diario, conforman una de las cuadrillas más apreciadas del local: son la treintena de peces que habitan el acuario de El Pilar, que se han convertido en inquilinos privilegiados de un espectacular hábitat acuático encastrado en una de las paredes del bar.

Pantallas entre pinchos

También las pantallas gigantes de El Pilar son marca de identidad del local. El fútbol, los toros, la Fórmula 1, lo que sea... si echan algo interesante, se ve en El Pilar. Tanto dentro, como en la amplia terraza que discurre bajo los soportales de Club Deportivo, otro atractivo más para tomarse una caña o un emparedado clásico, «uno de los reclamos más apreciados y solicitados». Las opciones, eso sí, son numerosísimas: además del menú del día, hay raciones variadas, jamón ibérico, morros, torreznos, pinchos de tortilla, calamares... «o las hamburguesas», apostilla José Luis hijo, que «son buenísimas».

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Dado lo amplio del horario de atención al cliente que cubre este local, El Pilar cuenta con unas ocho personas en plantilla: cinco o seis para atender barra y terraza y otras dos en cocina. Pero sigue siendo un bar amable, de casa, familiar... «La esencia es la comida casera y nuestros clientes son todos como de casa, saben que siempre está abierto y que son parte del negocio, son lo mejor que tenemos», agradece José Luis.

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