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Ganzábal. El panteón 'gemelo' al del doctor, abierto, se ha convertido en almacén de construcción. :: j. h.
La segunda muerte de los ilustres

La segunda muerte de los ilustres

Desde Amigos de La Rioja se aboga por que, ante la falta de familiares, sea el Ayuntamiento el que rehabilite sepulturas como hizo con la de 'El ruso'

JAVIER CAMPOS

Domingo, 1 de noviembre 2015, 13:22

Murió hace 124 años, a finales del siglo XIX, y desde entonces sigue muriendo lentamente junto a otros hombres ilustres e ilustrados que dieron con sus huesos metros más arriba, metros más abajo, en lo que hoy es el cementerio municipal de Logroño.

El panteón del doctor Zubía, donde descansan los restos del insigne farmacéutico y botánico tan ligado al actual Instituto Sagasta y que da nombre -busto incluido- a la glorieta donde se ubica el centro de educación Secundaria, agoniza y amenaza ruina junto a la calle San José, la que en su día vertebrase el primigenio cementerio parroquial de Santa María de Palacio y donde otros 'prohombres' en lugar de en polvo se han convertido en escombros.

Obra de su amigo Alejandro Ganzábal, quien construyó un panteón 'gemelo' al del doctor y que no presenta mejor estado de conservación, el sepulcro se encuentra en unas condiciones deplorables por fuera... y por dentro. De hecho, y para más inri, desde el Ayuntamiento de Logroño se incoaba expediente de declaración de caducidad de la sepultura de cara al pasado 31 de diciembre de 2012 para actualizar la titularidad o decretar su reversión al patrimonio municipal al tratarse de una concesión.

El aviso en cuestión cuelga de la castigada puerta del panteón, en este caso cerrada, sobre una placa de mármol inexplicablemente combada en la que puede leerse 'Familia del Doctor Zubía'. La misma, retirada de una de las paredes laterales precisamente por el riesgo de desplome, apoya en la entrada contribuyendo aún más a una imagen de deterioro absoluto. Piezas sueltas en el tejado, vidrieras rotas, materiales ajados y polvorientos... la escena, más que de cementerio, parece de ultratumba.

«Nadie sabe qué va a pasar no ya con el panteón, sino con los restos de don Ildefonso», lamenta Federico Soldevilla, presidente de la asociación Amigos de La Rioja, quien entre sus muchas actividades se encuentra la de visitar y redescubrir a los logroñeses los tesoros que encierra el camposanto capitalino. El listado de ilustres que dado el estado de sus sepulturas en el cementerio de Logroño podría decirse que han muertos dos veces es el que es... suficiente, en cualquier caso, como para dejar constancia del poco respeto que parece tener la ciudad por la memoria de los suyos.

Justo al lado, aunque en perpendicular, se ubica el panteón 'gemelo' de Alejandro Ganzábal, cantero de Vizcaya que llegó a Logroño con motivo de la construcción de la línea férrea de Castejón a Miranda y que terminó sus días como maestro de obras, entre las cuales le encomendaron la construcción de las murallas provisionales de la tercera guerra carlista (1872-1876).

El panteón, aún en peor estado que el del doctor y abierto en su caso, se ha convertido en una especie de almacén municipal en el que distintos materiales de construcción se amontonan en su interior. Resulta paradójico que el nombre de «uno de los tipos más sobresalientes en Logroño y su provincia por su honradez, laboriosidad, seriedad en sus negocios y bondadoso carácter», tal y como escribía Diario LA RIOJA con motivo de su fallecimiento en 1906, haya acabado tapado por tablones de obra.

«Tratándose de un cementerio municipal, patrimonio de todos, deberíamos buscar soluciones, pues, no en vano, recorrer el cementerio es recorrer parte de la historia de Logroño. Viene a ser un libro que no deja de sorprender a propios y extraños», defiende Soldevilla, quien pone como ejemplo a seguir la actuación acometida en torno a la tumba de Fernando Gallego, conocido como 'El ruso', quien diseñó su propia sepultura que ocuparía el mismo día de su muerte en 1973. Ingeniero, piloto, inventor, viajero... La tumba, una de las más originales del cementerio tanto por sus ocho metros de altura como por el brillo y colorido de sus teselas, fue rehabilitada en el 2013 por el Ayuntamiento con un presupuesto final de casi 42.000 euros dada su singularidad y, sobre todo, el riesgo de caída que presentaba.

Se da la circunstancia de que sepulturas de ilustres 'caducadas' y ocupadas en segunda instancia ya ha habido, condenando a sus primeros 'ocupantes' a la fosa común. La de Maximiano Hijón, el arquitecto riojano que hace 127 años levantase un imponente edificio en plena plaza del Castillo de Pamplona, 'sede' del histórico Café Iruña, se tornó de la noche a la mañana en la de Andrea Bobadilla e Hijos. Falleció en 1890 -se piensa que fuera él mismo el autor de la simbólica columna truncada que la da forma-, y en torno al 2006 dejó su sitio a sus nuevos dueños. Cambió su titularidad, fue restaurada y acondicionada. «Nadie descarta que pudiese pasar algo así con la del doctor Zubía, aunque es más complicado por su ubicación» explica Soldevilla. «De por vida, en un cementerio, no hay nada... pero tratándose de personajes notorios que hicieron y hacen nuestra historia, alguien debería hacer algo pues son parte de Logroño», se cuestionan desde 'Amigos de La Rioja'.

Mención aparte por su abandono merece la tumba de Martín Zurbano, el conocido general al que se le quiere volver a poner una calle y que, sin embargo, recibió sepultura en una humilde y discreta tumba en 1845 -al ser fusilado no se le pudo enterrar con honores- en la que apenas se lee la inscripción y que, además, recientemente ha perdido incluso la cruz que la coronaba. Y la de los príncipes de Vergara... ya que aunque posteriormente fueron enterrados en la concatedral de La Redonda, en torno a una década -de finales de los 70 a finales de los 80 del XIX- permanecieron en una tumba del cementerio de la que perdura la losa -aunque escondida- en recuerdo de Espartero y su mujer, doña Jacinta.

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