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PILAR HIDALGO
Viernes, 30 de mayo 2014, 23:52
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Ana Gabriova, Aurelie Vermeulen y Nihan Aydin son tres voluntarias procedentes de Eslovaquia, Bélgica y Turquía, respectivamente. Llevan alrededor de tres meses en Logroño y permanecerán hasta siete en la ciudad para trasladar a los jóvenes riojanos su experiencia y lo que conlleva ser voluntario.
El Servicio de Voluntariado Europeo, que en nuestra región gestiona el Consejo de la Juventud de La Rioja (calle María Teresa Gil de Gárate, 41), brinda a jóvenes de entre 18 y 30 años la oportunidad de vivir un tiempo en un país de la Unión Europea o asociados para aprender, trabajar en algo que les apasione y perfeccionar un idioma. El periodo de estancia oscila entre los dos meses y el año, durante el que los beneficiarios colaborarán con una organización en el desarrollo de un proyecto social, cultural, educativo o medioambiental. Ana, Aurelie y Nihan tratan de impulsar el asociacionismo y divulgar este voluntariado. «También participan de cualquier acción del Consejo y realizan iniciativas nuevas en materia de juventud», agrega Noelia Tofé, una técnica de esta organización.
Cada una ha desembarcado en la capital riojana por motivaciones diferentes. Pero todas conciben esta oportunidad como «un tiempo para pensar qué quieres hacer con tu vida».
Ana estudió Relaciones Internacionales con un enfoque muy orientado hacia la labor de las ONG. Consideró que el voluntariado podría ayudarle a «tener otro punto de vista, desarrollar ideas y encontrar un mejor trabajo». Aurelie es vendedora en Bélgica. «No tenía posibilidad de estudiar de nuevo en la Universidad», pero quería adquirir conocimientos para apoyar a los artesanos que trabajan en el medio rural. Nihan inició un proyecto en el que analizaba los distintos conflictos en el seno de la UE. Durante su estancia en España ha apreciado que «la situación en el País Vasco y el Kurdistán es muy similar», al haber surgido en estos territorios «organizaciones terroristas como ETA y el PKK».
Estos meses en La Rioja les han servido para conocer nuevas formas de trabajar y abrir los ojos a otras realidades. «Los riojanos hablan mientras comen y parecen mucho más tranquilos que los eslovacos. Allí da la impresión de que siempre están enfadados», se sorprende Ana, a quien el paso por la región le está sirviendo además para cambiar. «Me siento más flexible y versátil», finaliza.
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