Vocaciones africanas para la Iglesia riojana
Relevo ·
Diez curas del Congo, Guinea Ecuatorial, Nigeria o Gabón ayudan a mantener abiertas las 256 parroquias riojanasLa llegada del primer sacerdote africano a la Diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño hace una década tenía un punto de exotismo y curiosidad. ... Sin embargo, a día de hoy, las vocaciones llegadas del sur se han convertido en un puntal de la Iglesia riojana. Con los últimos nombramientos pastorales, son diez los clérigos africanos que ya están ejerciendo su labor pastoral en La Rioja.
El más veterano es Désiré Kizungu, congoleño asentado desde hace años en Ezcaray y ya incardinado en la Diócesis. Los demás han ido llegando a La Rioja por orden de sus obispos y evangelizarán en la comunidad durante el tiempo que dure su formación académica. Después, volverán a sus países para ser, a su vez, formadores.
La falta de mano de obra en la sociedad española ha impulsado la inmigración. Y la Iglesia no es ajena a esta situación. Faltan vocaciones, los sacerdotes envejecen y resulta cada vez más complicado mantener abiertas las más de 250 parroquias existentes en la comunidad. «La mies es mucha y los obreros pocos», cita de la Biblia Atanasio Nguema, cura ecuatoguineano recién llegado a La Rioja y que predicará como colaborador de un equipo pastoral en Entrena, Sojuela, Medrano y Sorzano. «Pero siempre ha sido así. En ninguna parte del mundo hay sacerdotes suficientes para el trabajo que hay que llevar a cabo», sentencia.
La llegada de estas vocaciones africanas (y también desde América, con tres religiosos mexicanos, dos nicaragüenses y un salvadoreño) supone una ayuda importante.
Para ellos, el destino es casi lo de menos. «Somos parte de una Iglesia universal», sentencia Guy Richard Biasalamoko, ya asentado desde hace años en el Camero Nuevo y párroco de Ortigosa, El Rasillo, Nieva y Peñaloscintos.
Noticia relacionada
Uno de cada diez sacerdotes en activo es ya extranjero
De jóvenes, ellos conocieron a misioneros españoles a los que aún recuerdan con gratitud y cariño. Ahora les ha tocado emprender el camino opuesto. «Es devolver lo que hemos recibido y prolongar este trabajo con el mismo objetivo de los misioneros: mantener la palabra de Dios», reconoce el también congoleño Désiré Mpumbulula, que desde hace unos días es colaborador parroquial en San Vicente, Ábalos, Peciña y Rivas de Tereso.
El sacerdocio no es nuevo para ellos. Por ejemplo, Atanasio cumplirá en unos meses las bodas de plata de su ordenación. Pero sí las circunstancias. «El primer día que llegué al Seminario lloré por dentro al verlo vacío», sintetiza Désiré. «El seminario de mi diócesis en Guinea Ecuatorial está lleno. No sería justo que, habiendo una necesidad en España, la Iglesia de África diga que no», añade Atanasio, que ultima la matrícula para comenzar sus estudios universitarios en la UR.
«No puede ser que padres y abuelos vengan a la iglesia sin hijos y nietos»
Anthony Udoh
Sacerdote Nigeriano
«En África las celebraciones duran dos o tres horas. Cuando predicas diez minutos se enfadan»
Guy Richard Biasalamoko
Sacerdote congoleño
«Hay prisa para las cosas de Dios, pero en el bar puedes estar una hora o dos»
Atanasio Nguema
Sacerdote ecuatoguineano
«Es devolver lo que hemos recibido con el mismo objetivo de los misioneros: mantener la palabra de Dios»
Désiré Mpumbulula
Sacerdote congoleño
Cambian las vocaciones y, para ellos, también las costumbres y los modos de acercarse a Dios. «Me encanta la devoción popular de España, que no existe en mi país. Las procesiones, por ejemplo, en las que se reúne en el pueblo gente venida de todos los lados para celebrar. Es algo precioso», apunta Guy Richard. Las celebraciones dominicales son otro cantar. «En África son multitudinarias y duran de dos a tres horas. Cuando predicas diez minutos se enfadan y te preguntan por qué. Ellos quieren escuchar la palabra de Dios. Aquí todo tiene que ser rápido», abunda el párroco del Camero Nuevo. «En Europa hay prisa para las cosas de Dios, pero en el bar puedes estar una hora o dos», analiza con una media sonrisa Atanasio.
A todos les gustaría ver a más fieles en sus iglesias y, sobre todo, a más niños. El nigeriano Anthony Athanasius Udoh no concibe que «padres y abuelos vengan a la iglesia sin hijos y nietos. En África se va en familia», sentencia. «Yo empecé como monaguillo y muchos más hicieron lo mismo. ¿Cómo va a haber vocaciones si desde niño no tienes esa relación con la Iglesia, si no ves el ejemplo de un sacerdote?», se pregunta el nigeriano.
Buena acogida
Pese a todo, la Diócesis riojana cuenta con sus fieles y de ellos puede dar fe Désiré, que se estrenó el pasado fin de semana en San Vicente y Ábalos, con sensaciones muy positivas. «En el templo había más de 50 personas. Había curiosidad por conocer a un cura negro –bromea–, pero también vi la alegría de pertenecer a la Iglesia porque la palabra de Dios es la misma. Después me querían invitar a tomar café, me saludaban… Fue muy bonito», dice Désiré.
Guy Richard se ha acostumbrado, en estos años, a sus fieles cameranos, aunque cada domingo aparecen caras nuevas, cosas del turismo y las casas rurales, que él agradece. Pero sobre todo alaba la amabilidad y cercanía de las personas que le han abierto las puertas de sus casas y con las que comparte las pequeñas cosas de la vida, porque Dios también anda entre los pucheros, que diría Santa Teresa. Así, el sacerdote congoleño también ha conocido la comida riojana. «Caparrones, patatas con chorizo, bacalao…», se lanza a recitar riendo, casi como un camarero. «En el seminario un profesor me dijo que debía tener vientre misionero, que allá donde fuere comiera lo que me diesen», añade entre carcajadas.
Todos saben que su labor pastoral tendrá un final. Cuando concluyan sus estudios de Dogmática, Teología o Trabajo Social retornarán a sus diócesis y dejarán un hueco en el organigrama diocesano cada vez más difícil de llenar.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión