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La Gota de Leche. Imagen del edificio donde se encontraba el Laboratorio Municipal de Logroño, obra de Alberto Muro (1915). fondo fotográfico del ier ap
El virus letal que diezmó Logroño

El virus letal que diezmó Logroño

La 'gripe española' de 1918, de la que se cumple un siglo, segó la vida de 309 vecinos en la capital riojana | La no prohibición de las fiestas de San Mateo, que congregaron a miles de personas, fue uno de los detonantes de que la pandemia se extendiera por la ciudad y la provincia

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Lunes, 22 de enero 2018, 17:23

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El 11 de noviembre de 1918, fecha en la que Alemania aceptó las condiciones del armisticio, la I Guerra Mundial puso fin a más de cuatro años de muerte, barbarie y destrucción. Las estadísticas, casi siempre variables y poco fiables, confiesan que la también conocida como la Gran Guerra dejó casi 20 millones de víctimas entre muertos, heridos y desaparecidos. Sin embargo, cuando la contienda comenzaba a vislumbrar su final, en el frente de batalla se estaba generando otra catástrofe, está vez en forma de epidemia viral: la 'gripe española', mal llamada 'gripe española'.

Considerada la pandemia más devastadora de la historia de la humanidad, la spanish influenza segó las vidas de más de 50 millones de personas en los cinco continentes, según los últimos estudios. Logroño y su provincia tampoco quedaron exentos de tan mortífera plaga.

Si bien es verdad que la I Guerra Mundial no fue la causante directa de la gripe, la cercanía de los cuarteles y los movimientos masivos de tropas coadyuvaron a su expansión. La modernización de los sistemas de transporte en las primeras décadas del siglo XX, sobre todo a través del ferrocarril y de la navegación, multiplicaron la velocidad de la transmisión del virus.

El Laboratorio Municipal desinfectó lugares públicos como la plaza de toros, la cárcel, las escuelas, el Coso, el matadero, el Teatro Bretón o el cementerio

Aunque el primer caso de la mal llamada 'gripe española' fue detectado el 11 de marzo de 1918 en Estados Unidos (Fort Riley, Kansas), la pandemia había tenido su origen en la Francia. Los primeros enfermos fueron militares de ambos bandos, muy expuestos a causa de la debilidad de su sistema inmunológico por las armas químicas y el estrés del combate.

Sin embargo, como Francia ocultó la pandemia para que Alemania no conociera este punto débil, mientras que España, país neutral, no censuró en la prensa las noticias sobre el virus, todos señalaron a nuestro país -incluida Francia- como germen del foco. En realidad, la pandemia se propagó hasta la Península Ibérica del otro lado de los Pirineos.

El investigador Francisco Javier Iruzubieta, profesor de la Escuela Universitaria de Enfermería del Servicio Riojano de Salud, asegura lo siguiente en su ensayo 'La pandemia gripal de 1918 en la ciudad de Logroño', publicado por la revista Berceo: «El brote de gripe, que se desarrolló en tres oleadas, alcanzó su punto álgido en el mes de octubre de 1918 con unas destacables cifras de mortalidad en el conjunto del país. En la provincia de Logroño se repitió este patrón, resultando la segunda ola epidémica especialmente mortífera, lo que le permitió destacar como una de las más afectadas de España».

'Annus horribilis'

En su calidad de neutral, el país se había beneficiado de la necesidad que las naciones en conflicto tenían de alimento y otros bienes de consumo. De hecho, la industria conservera riojana multiplicó su producción gracias a las exportaciones al continente europeo y fueron muchas las fábricas que se fundaron en aquellos años, tanto en Logroño como en La Rioja Baja. También la producción vitivinícola comenzaba a pelechar, olvidada ya la plaga de la filoxera.

Sin embargo, un temporal de nieve y bajas temperaturas se cernió sobre la Península Ibérica en los últimos días de 1917 y dejó La Rioja bajo cero hasta bien entrado 1918. El frío, el hambre y la falta de abastecimiento dejó en la provincia logroñesa decenas de muertos.

Y aún no se había recuperado España del temporal cuando los primeros casos de la mal llamada 'gripe española' fueron detectados por el mes de mayo en Madrid y la zona centro. El inicio del brote viral en Logroño ocurrió en junio, causando en dos meses la muerte de nueve personas.

«Esta primera ola epidémica, sin ser dramática en cuanto al número de casos, no deja de ser una primera alarma que debiera de haber movilizado a las autoridades sanitarias locales en la adopción de medidas higiénicas preventivas que hubieran paliado la catástrofe sanitaria que se avecinaba», explica el profesor Iruzubieta.

Los sanmateos fatales

El segundo brote, que se inició en septiembre, llegó con mayor virulencia y cifras de morbi-mortalidad más preocupantes (86 casos de gripe, de los que fallecen 12). La alarma cundió entre las autoridades que, sin embargo, tan sólo articularon tímidas medidas de control.

El gobernador civil prohibió las aglomeraciones en varias localidades afectadas por la gripe, sobre todo en lo que respecta a espectáculos, fiestas, ferias y mercados. Pero aunque la orden parte el 20 de septiembre, el Boletín Oficial de la Provincia no la hace pública hasta el día 28.

Como argumenta Francisco Javier Iruzubieta, «entre los días 20 y 25 de septiembre se habían desarrollado las fiestas de San Mateo en Logroño, con gran éxito de público como reflejaba la prensa local de la época. Muchos fueron los visitantes de localidades vecinas que llegaron a Logroño para participar de los festejos y, de este modo, convertirse en un eficaz vector de transmisión gripal».

Por desgracia, los responsables políticos silenciaron la magnitud de la pandemia y evitaron el alarmismo creyendo que la fiesta ayudaría a amortiguar el impacto de la epidemia entre los logroñeses. Y fue todo lo contrario. La multitudinaria feria matea se convirtió en un catalizador de la evolución del brote que elevó el número de afectados, tanto en la capital como en la región, así como para muchas personas que habían llegado de otras provincias.

«El mes de octubre de 1918 se convierte en el más devastador en cuanto a los resultados del ataque epidémico, 2.797 personas se ven afectadas por el virus de las cuales 159 oficialmente fallecen a causa de la gripe. Las cifras son estremecedoras: el 11,7% de la población logroñesa se ve afectada, de los que fallecería el 7,5%», añade Iruzubieta.

El autor del estudio apunta que la cifra absoluta de mortalidad gripal, pese a que las estadísticas oficiales de la época la situaban en 229 personas, en realidad fue de 309 fallecidos entre junio de 1918 y abril de 1919.

Treinta médicos en la capital

«Si algo puso de relieve esta epidemia fue la falta de recursos de los que las autoridades disponían para hacer frente a una crisis de esta magnitud», concluye el profesor Francisco Javier Iruzubieta. El Ayuntamiento contaba con tres practicantes y cuatro médicos del grupo sanitario de la Asistencia Pública Domiciliaria y con el Servicio de Inspección sanitaria de Desinfección Municipal. Estos recursos se completaban con los del Hospital Provincial, gestionado por la Diputación. En aquel momento, una treintena de médicos ejercía en la ciudad.

«La gestión de la administración fue a remolque de los acontecimientos al impulsar medidas que, aunque pudiéramos etiquetar de eficaces, fueron adoptadas con cierto retraso», concluye Iruzubieta. «Esta deficiente gestión pudiera ser una de las causas del impacto de la gripe en la primera quincena de octubre. Esta falta de organización, unida a unas deficientes infraestructuras sanitarias, sirvió para sensibilizar a las autoridades sanitarias, políticas y a la opinión pública en general de las penosas condiciones sanitarias del momento».

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