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Miércoles, 5 de junio 2019, 14:28
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Joaquín García Fernández-Avello regresa el viernes a su Asturias natal después de unos años destinado en la base militar de Recajo. Él es, a sus 35 años, sargento primero de Infantería y el pasado lunes salvó una vida. No fue en acto de servicio sino en su propia casa, en la piscina comunitaria de una urbanización en Villamediana de Iregua. Junto a un amigo vecino y uno de sus dos hijos se bañaba cuando de pronto se percató de que algo iba mal. Había algo sumergido en el agua y un joven, pálido, no respondía a sus preguntas. «En esos momentos no imaginas que es una persona, veíamos algo en el fondo y preguntábamos al otro chico, porque tenía la cara descompuesta, pero no nos contestaba», explica Joaquín regresando al lugar de los hechos.
Hoy llueve, hace frío y la piscina está vacía, parece una estación distinta pero hace solo dos días hacía más de 30ºC y la zona comunitaria estaba llena de vecinos. «Cuando vimos que el chaval estaba intentando sacarlo de la piscina es cuando Jorge, mi amigo, y yo, nos dimos cuenta de lo que pasaba», recuerda Joaquín. Instintivamente, se lanzaron a sacar de la piscina a Ismael, que así se llama el joven que estuvo a punto de ahogarse, y mientras uno llamaba al 112 otro le practicó la reanimación cardiopulmonar. La teoría es relativamente sencilla: treinta compresiones torácicas y dos insuflaciones de aire por la boca con la nariz tapada; pero ponerlo en práctica en otra historia. «Era la primera vez que me encontraba en una situación así y lo único que hice es lo que me acordaba de lo que me habían enseñado con las prácticas que hicimos con muñecos», expone Joaquín, admitiendo que, en esos momentos de tensión, apenas recordó lo básico, «el 30-2», remarca, «y seguir y seguir y seguir hasta que ya vimos que el chaval expulsaba agua, arroparle cuando recuperaba el pulso y el calor, porque estaba muy frío, no respiraba».
Fue una actuación aparentemente simple, pero hay que tener nervios de acero para saber actuar en una situación de tensión así. Y hacerlo bien. Los servicios sanitarios lograron estabilizar a Ismael cuando llegaron y dejaron claro a Joaquín, según él mismo cuenta, que «si no llegamos a hacer la reanimación, seguramente el chaval no habría salido con vida». Después, en el traslado al Hospital San Pedro, la situación se destensionó cuando Ismael pidió a los sanitarios que avisaran a su profesora de Matemáticas ya que, al parecer, al día siguiente tenía un examen y no podría acudir.
Ismael ha estado dos días ingresado en la UCI y, ya fuera de peligro, ha sido subido a planta. Mientras tanto, Joaquín se ha convertido en el héroe del vecindario. La situación de caos y miedo dio paso al alivio y las felicitaciones. «Todos me preguntaban cómo era esa maniobra de reanimación que muchos no conocían», señala Joaquín, añadiendo que «todo el mundo que estaba presente colaboró en la medida de lo posible». Unos se llevaron a los niños a sus casa para que no asistieran a una situación que el propio Joaquín describe como «horrible», otros prestando sus toallas para dar calor a Ismael, otros indicando al 112 cómo llegar a la urbanización…
Al final, afortunadamente, todo quedó en un susto, en un recuerdo. Joaquín se encuentra recogiendo sus pertenencias en casa porque se marcha después de más de seis años en La Rioja. Aquí, sobre todo en su urbanización, deja una huella imborrable y dulce. «Ha sido bonito porque tuvo un buen final, aunque en el momento fue horrible», confiesa.
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