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Martes, 26 de febrero 2019, 19:26
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A Lucas se le ve fenómeno con su Fender negra y blanca por banda. Pose roquera, mirada de tipo duro y gesto elegante. Con su mano izquierda ensaya un acorde y con la derecha acomete las cuerdas con seguridad. También su hermano Bruno tiene buen estilo con la acústica. Parecen estar pensando: 'no va a haber quien pare el rocanrol'.
Lucas González es un niño logroñés de nueve años que ha colaborado con el colectivo Autofabricantes en el proyecto de investigación y desarrollo de soluciones alternativas y accesibles para personas con diversidad funcional. Son quienes han fabricado para él esa mano artificial con la que maneja la púa.
Lucas nació sin mano derecha debido a una agenesia congénita (imposibilidad de desarrollar un órgano o extremidad durante el desarrollo y crecimiento embrionario). Hasta ahora viene utilizando una prótesis mioeléctrica para todo, pero este proyecto pionero posibilita el diseño y la fabricación de prótesis específicas intercambiables para actividades tan concretas como tocar la guitarra. El sueño de Lucas.
«Lucas está muy contento», comenta su madre. Judith e Iván son padres de Lucas y Bruno, gemelos que cursan cuarto de Primaria en el colegio del Arco. También reciben clases de música en La Gota de Leche y ambos comparten la afición por la guitarra. Lucas empezó a tocar la eléctrica hace un año con la prótesis mioeléctrica, pero la nueva le resulta más cómoda. Es menos pesada y más manejable, según su madre: «Pensamos que le iba a costar más, pero nos ha sorprendido lo rápido que se ha hecho a ella. Es como si llevase toda la vida tocando así».
Las llaman 'supergiz', un concepto diferente de prótesis para brazos o piernas en el que no se imita la forma anatómica sino la funcionalidad concreta. Consiste en una pieza principal colocada en la extremidad del niño y un conjunto de 'gadgets' intercambiables mediante un sistema de anclaje. Son además más económicas, lo cual no es una cuestión menor para una familia.
Una prótesis mioeléctrica, que sí imita el aspecto de una mano de carne y hueso, puede costar alrededor de veinte mil euros (y las biónicas más del doble). En cambio, estos gadgets de plástico diseñados en código abierto y que pueden reproducirse en impresoras 3D salen casi por el valor de sus materiales.
Desde que tenía dos años Lucas viene utilizando mioeléctricas que sus padres tienen que ir reemplazando más o menos cada dos años a medida que su hijo crece. Las reparaciones que precisan, más frecuentes tratándose de un niño, tampoco son baratas y hay que hacerlas en Barcelona. «Deberían investigar más en prótesis de ese tipo, porque los niños se caen y se golpean», subraya Judith con toda razón: «Son niños».
Pero ahora disponen de una alternativa. Esto es posible al pensar el concepto de «prótesis sin prejuicios, de manera divertida y escuchando a las más pequeños», según fuentes de Autofabricantes: «Si tenemos la posibilidad de diseñarla desde el inicio, que sea como quieran los niños».
Por supuesto, Lucas seguirá necesitando también su mano mioeléctrica. Pero sus nuevos 'gadgets' le facilitarán realizar actividades como utilizar los cubiertos, sujetar un yogur, coger una pelota de tenis, montar en bici y, sobre todo, tocar la guitarra. En definitiva, le facilitará la tarea principal de ser niño.
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