De La Rioja a colaborar como voluntario en el Amazonas
El joven riojano Alberto Pascual Martínez ha cooperado un mes en la Fundación Casa de los Niños Santa Teresita de Ecuador
Un mes lleva el joven riojano Alberto Pascual Martínez en la Amazonía ecuatoriana como voluntario en la Fundación Casa de los Niños Santa Teresita en El Dorado de Cascales, cerca de la frontera con Colombia. La relación de Alberto con esta entidad es familiar porque sus padres, los maestros José Manuel Pascual y Carmen Martínez, crearon en 2008 el proyecto solidario Añamiel con el que elaboran una miel cuyos beneficios destinan a financiar la escuela y comedor de la ONG de los carmelitas descalzos en Ecuador. Aunque ya había viajado antes allí hace siete años con su madre y su hermana, esta es la primera vez que lo ha hecho solo, ya como graduado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte por la Universidad Europea del Atlántico en Santander y convertido en entrenador profesional.
En Ecuador ha impartido talleres de atletismo y natación «para fomentar el deporte como herramienta de formación integral, disciplina y convivencia», además de «compartir un taller con padres y madres para abordar la importancia del acompañamiento en el desarrollo deportivo y personal de sus hijos». Alberto Pascual destaca que «la fundación desarrolla una valiosa labor social brindando atención integral a niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad, su trabajo se enfoca en la educación, la alimentación, la salud, el acompañamiento familiar y la formación en valores, con el objetivo de ofrecer oportunidades reales de desarrollo y esperanza a las nuevas generaciones».
Sus clases se han dirigido a niños de entre 9 y 12 años para enseñarles a adquirir diferentes patrones básicos y perfeccionamiento del atletismo a través del juego. Y, en natación, ayudó a que aprendieran herramientas para la flotación, mantener la calma e iniciación en diferentes estilos de nado. «El atletismo lo desarrollábamos en una pista de tierra y una cancha cubierta de cemento que cedía el Ayuntamiento, y la natación, en una instalación privada en la que los niños pagaban su entrada», describe Alberto, consciente de que el material de trabajo era mínimo.
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El voluntario riojano también colaboró con el proyecto Flor del Oriente, que busca «generar recursos sostenibles y empoderar a mujeres de la comunidad». «Esta experiencia ha sido profundamente enriquecedora tanto en lo personal como en lo profesional. Y durante mi estancia he tenido la oportunidad de conocer lugares maravillosos, llenos de naturaleza y vida, que reflejan la belleza única de la Amazonía ecuatoriana y la calidez de su gente», destaca Pascual, quien anima a ejercer el voluntariado convencido de que con muy poco se puede hacer mucho y cada acción cuenta para construir un mundo más humano y solidario. «Me llevo grandes aprendizajes, sonrisas y la convicción de que el voluntariado deja huellas imborrables», confiesa Pascual, para quien su estancia en la Casa de los Niños Santa Teresita ha sido un mes de aprendizaje y solidaridad gracias a una entidad que trabaja por el bienestar y el futuro de la infancia y juventud.
La fundación no solo ejerce de centro de día donde ayudan a los niños en la educación y el ejercicio físico, también atienden a adultos y ofrecen un servicio de comedor para quienes muchas veces es la única alimentación del día puesto que los usuarios son familias de escasos recursos, a menudo indígenas de la selva amazónica. El fin de la Casa de los Niños Santa Teresita es promover «una sociedad justa y equitativa mediante la inclusión política, económica, ambiental, social y cultural de mujeres, niños, adolescentes, adultos, indígenas, afrodescendientes, familias y comunidades».
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